El Síndrome de fatiga democrática

David Van Reybrouck. Foto: Stefan Vlanfleter

Las elecciones europeas, que comenzaron el 23 de mayo y cierran este domingo 26 para elegir a los miembros del Parlamento Europeo, se llevan a cabo en un periodo en que la democracia atraviesa por una doble crisis: de legitimidad y de eficiencia.

Desilusionados, los ciudadanos acuden menos a votar, los partidos pierden afiliados y cada vez es más complicado para los gobernantes concretar soluciones a los problemas comunes.

Pero por irracional que parezca, así esta ocurriendo porque los procesos electorales se han convertido en sinónimo de democracia, cuando en realidad una no es garantía de la otra, afirma David van Reybrouck, historiador, escritor multipremiado y uno de los intelectuales belgas con más prestigio internacional.

Van Reybrouck es el autor de una provocativa obra, publicada en 2017 en español, cuyo título lo dice todo: Contra las elecciones, en la que propone una renovación radical de la democracia a través de la implementación de paneles de ciudadanos electos al azar, para que trabajen codo a codo con las autoridades en la toma de decisiones.

El historiador defiende este tipo de sistema “birepresentativo”, inspirado en el funcionamiento de asambleas ciudadanas de la antigua democracia griega, cuyos maestros filósofos, como Aristóteles, rechazaban los sistemas electorales por su naturaleza elitista.

Van Reybrouck dice que con el sistema de sorteo ciudadano se trata de “continuar democratizando la democracia, pasando del derecho de voto al derecho de palabra”.

En Canadá, Holanda o Irlanda se han adoptado proyectos de codecisión ciudadana, y el parlamento belga de la comunidad germanófona será el primero que funcione a lado de una “cámara de diálogo” permanente y compuesta por ciudadanos seleccionados por sorteo.

El intelectual asegura que “con el sorteo al azar, será inútil pedir a cada uno que voto sobre un tema bien preciso que pocos comprenden realmente: se designa un pequeño número de personas al azar que dominen los temas suficientemente y que estén preparados para tomar decisiones juiciosas”.

“Una muestra de la sociedad bien informada puede actuar de manera más coherente que una sociedad entera mal informada”, remarca el autor, quien lanzó en 2011 la iniciativa G1000, una plataforma creada en Bélgica y que reunió a mil ciudadanos escogidos por sorteo para realizar propuestas sobre importantes temas para la sociedad.

El también filósofo y arqueólogo, que acuñó el término de “Síndrome de fatiga democrática”, urge evitar la “gangrena de la lógica electoral”, la cual, advierte, amenaza con matar a la Unión Europea (UE).

Según su diagnóstico, el avance de los populistas -cuya fuerza radica en culpar de los problemas a la élite gobernante-, y de los tecnócratas o expertos en sustitución de los políticos, es una respuesta al mencionado agotamiento democrático.

“Las elecciones son el combustible fósil de la política: una vez que han impulsado a la democracia, generan una serie de peligros inéditos”, escribió en un ensayo para otro libro, El gran retroceso (2017), en el que participan otros grandes pensadores contemporáneos que reflexionan sobre el “histórico giro” antidemocrático que vivimos.

En ese texto, presentado como una carta abierta para el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, Van Reybrouck plantea: “En una elección, los ciudadanos se expresan en las urnas, pero se privan también de la posibilidad de expresarse después, incluso durante varios años. Ese sistema de delegación de las decisiones a un representante electo pudo ser necesario en el pasado –en una época en que la comunicación era lenta y la información limitada–, pero desde hace un tiempo está en completo desfase con la manera que tienen los ciudadanos de interactuar entre ellos cotidianamente”.

Van Reybrouck cuestiona: “¿Tenemos realmente necesidad de conservar un procedimiento que se remonta a finales del siglo XVIII, y particularmente cuando es tan a menudo pervertido y transformado en un carnaval de promesas, de lealtades y de gestos de dramatismo? ¿Deslizar en una urna el nombre de alguien es realmente la mejor manera de innovar en una era caracterizada por la información, la comunicación y, además, cuando la educación ha hecho considerables progresos?”.

Van Reybrouck explica que los sistemas electorales se integraron a las democracias actuales a partir de la revolución francesa de 1789, pero no con la intención de que el pueblo llegara al gobierno.

Argumenta que, en realidad, los líderes revolucionarios querían evitar que el pueblo tomara el mando, por lo que las elecciones permitieron -en un país vasto y con una población iletrada- que una nueva aristocracia que ya ejercía funciones en el Antiguo Régimen tomara el poder.

“Cuando analizamos los debates de la época, la palabra ‘democracia’ casi nunca es citada; se habla de ‘República’. Para los revolucionarios franceses, la democracia tenía la misma connotación que tiene hoy la palabra ‘anarquía’”, refirió Van Reybrouck en una entrevista publicada el 22 de mayo pasado por el diario La Libre Belgique.

El pensador francés e ideólogo del liberalismo y el parlamentarismo, Alexis de Tocqueville, terminó de hacer la amalgama entre el modelo republicano electoral y el modelo democrático en su libro De la democracia en América, aparecido en 1835 tras un viaje a Estados Unidos, que había establecido el primer sistema democrático liberal.

En la misma entrevista, van Reybrouck recordó que otros pensadores franceses de la revolución, como Montesquieu, sostenían que la república podía tener una forma aristocrática o una democrática.

“Lo que hicimos —dice el historiador— fue democratizar un procedimiento (la elección) que era profundamente aristocrático. El derecho de voto fue entonces ofrecido a una población cada vez más grande y en más regiones del mundo.

“La paradoja, y el problema, es que jamás tanta gente se había beneficiado del derecho de voto como hoy, pero al mismo tiempo la sed democrática parece estar muy poco satisfecha”, insiste Van Reybrouck, quien se autoproclama un “demócrata convencido”.

*Este reportaje fue publicado en la edición del 26 de mayo de 2019 de la revista PROCESO.