Una hora en Berlín con Solalinde

Alejandro Solalinde en una imagen tomada de Amnistía nternacional. Foto: amnesty.it

El padre Alejandro Solalinde es una figura esencial en la defensa de los derechos humanos en México. Reconocido internacionalmente por su labor humanitaria, en especial a favor de la protección y el apoyo a los migrantes centroamericanos que se dirigen a Estados Unidos, el prelado declara enfrentar sin miedo la mortal amenaza del narcotráfico. En exclusiva para Europafocus, el periodista Carlos Jesús González lo entrevistó en Berlín, donde fue invitado por Amnistía Internacional a dar una plática, precisamente un día antes del sismo del 19 de septiembre que sacudió a la Ciudad de México y varios estados del país. En una sustanciosa charla, el padre Solalinde critica a la jerarquía de la iglesia católica, expresa la imperiosa necesidad de un regreso a una espiritualidad tolerante y pregona la resistencia pacífica de los ciudadanos contra el autoritarismo mexicano. Y afirma sin matices: “Hablar de narcotráfico y Estado (en México) es lo mismo. Hay que entenderlo: tenemos un narcoestado”.

BERLÍN (Europafocus).- Toda entrevista es, por principio, una simulación. El entrevistador hace consistentemente un esfuerzo por mostrarse elocuente frente al lector que lo leerá, al tiempo que pone un gran empeño en arrancarle a su interlocutor verdades o al menos medias verdades, en realidad, cualquier cosa que suene más o menos interesante. Este último, por su parte, sobre todo si es una figura pública, suele cuidar al extremo cualquier cosa que diga, en especial si puede colocarlo en una posición comprometedora o, peor aún, si da pie a que se asome un resquicio de su intimidad, de su ser más íntimo, de su alma. ¿Qué hacer entonces cuando una de las dos partes de este juego de simulación no cumple con la parte tácitamente acordada?

El padre Alejandro Solalinde, conocido sin más ni más como Solalinde, desde el comienzo rompe cualquier tipo de convencionalismo, incluso previo a que cualquier pregunta flote en el aire. Hombre de estatura pequeña, complexión delgada y paso ligero, hace pasar al entrevistador, entre sonrisas y ademanes amables, a la habitación del convento berlinés que le ha dado asilo. “Te pido un favor porque no sé nada de alemán”, dice con voz suave y pausada, “cuando terminemos la entrevista y salgamos, por favor ayúdame a preguntar a alguien de aquí a dónde puedo lavar mi ropa a mano; me da pena que alguien se tenga que poner a lavarla”.

La habitación es mediana, posee dos camas -tal vez otro sacerdote duerme también allí- y da a una terraza desde donde pueden apreciarse los jardines del convento. “Qué bonita vista, ¿verdad?”, dice, y se encoge de hombros.

Al tomar asiento su mirada cambia en poco. Parece más dura que la que acaba de otear los robles y encinos que se mecen suavemente a unos cuantos metros, pero también más serena. En todo caso, no parece la mirada de quien ha atestiguado los actos más crueles de los que es capaz el hombre o, por el contrario, de quien ha comprobado los ilimitados alcances de su bondad.

Es quizá por el conocimiento de primera mano que posee de la naturaleza humana, de los vicios y virtudes que la conforman, que Solalinde se ha convertido de en una de las voces morales de México y, por encima de creencias y ateísmos, en su guía espiritual más aguerrida. Nunca mejor dicho, Solalinde es la voz que clama desde el desierto y lo hace sin pelos en la lengua. Sin miedo. Con una franqueza capaz de ruborizar a un centinela de piedra.

A lo largo de la siguiente entrevista tendremos la oportunidad de adentrarnos en la visión de un hombre que, se esté o no de acuerdo con él, es seguro que luchará hasta el final por aquello en lo que cree, por lo que considera justo para su país, su religión y su gente, aunque para ello tenga que denunciar los abusos de su gobierno y de su propia Iglesia. Sin rencores ni odio pero tampoco sin miedo a morir. Después de todo, él mismo ya lo ha dicho: Solalinde es un hombre de fe.

¿Es su primera vez en Berlín?

Es mi primera vez en Alemania y mi primera vez en Austria. Para mí es una experiencia importante, nueva, adecuada para conocer espacios que antes no conocía. Me da gusto saber que a donde quiera que voy hay personas inquietas por los cambios, preocupadas por la justicia y que además forman parte de alguna manera de un grupo conocido, un grupo que yo llamo “comunidad solidaria”. Conozco a personas aquí, en estos países germanos, que conocen a otras personas que a la vez yo conozco, gente que ha luchado durante años. El mundo es muy pequeño. El deseo no es solamente el de tener relaciones así, sino buscar estrategias que ayuden a la gente más vulnerable.

Si bien, y aunque es la primera ocasión en que viene a los países mencionados, no es su primera vez en Europa…

Es cierto. Vengo a Europa una o dos veces cada año, pero esta vez me he encontrado con un nuevo espacio. Me he cruzado con personas a las que les interesa la situación de México, de las mujeres, de los estudiantes. Gente interesada en temas como la violencia en México, la corrupción, la impunidad, los migrantes, y que quieren hacer algo para tratar de cambiar las cosas. Eso para mí es motivo de reflexión, de búsqueda de alianzas, estrategias. El mundo es pequeño, como dije, y hay que reconocer que vivimos en un mismo sistema capitalista que nos afecta a todas y a todos.

Varias personas especializadas en derechos humanos coinciden en que el deterioro en que ha caído México, mencionemos la mala distribución de la riqueza, el aumento de la corrupción y la impunidad en el gobierno o la falta de respeto de los derechos fundamentales, tuvo su inicio con la adopción del sistema económico y político neoliberal en la década de los ochenta. ¿Usted está de acuerdo con ello?

Sin duda. Primero el capitalismo se fue metiendo en la clase política, luego se apoderó de ella, la usó y ahora, años después, le dio una patada. Digamos que la clase política está subordinada al capitalismo. El capitalismo es el poder fáctico y el poder político se pliega a este poder fáctico, pienso yo. Debido a esto en México la clase política ha traicionado a la ciudadanía. Ésta ya no cree en la clase política, ni en la partidocracia, aunque tenga que aprovechar la coyuntura que en México se está dando ahora con ese partido llamado Morena. Mucha gente prefiere irse con esa opción, la ve como un mal necesario. Nuestro sistema político ya es obsoleto y tiene que terminar para dar inicio a algo diferente. Pienso que la ciudadanía está reventando, está harta de los engaños, de las falsas promesas, de los regateos a la clase política. Pienso que si para 2018 el gobierno de Peña Nieto comete el gran error querer imponerse por encima de los deseos de la ciudadanía, ésta se pronunciará de manera muy fuerte, como nunca antes lo hizo en la historia de México.

¿Con qué tipo de pronunciación?

Yo no digo que a través de las armas, de la violencia o de una revolución. Creo que ya no son formas acordes con los tiempos que vivimos. Pienso más en el escenario de una organización común muy fuerte, imparable. Conformada por toda la gente que está buscando la justicia, un verdadero cambio, que no quiere más corrupción o más miseria. Que no quiere 52 millones de pobres mientras quince familias se quedan con la riqueza que nos corresponde a todos.

La clase política definitivamente ya no da respuestas…

Ni tampoco la Iglesia. La jerarquía de la Iglesia se alineó a la clase política y comparten el poder y comparten privilegios.

¿Pero no es cierto que el papa Francisco ha pugnado porque existan verdaderos cambios dentro de la Iglesia?

Él está hablando bien. La pregunta es: ¿le están haciendo caso? Yo sigo viendo a la jerarquía católica con sus privilegios, igual que siempre. Y eso que sí se da cuenta de que mucha gente se está alejando de las feligresías. Hay pocas vocaciones, muy pocas, ¿es que eso no les dice nada? En la visita del papa Francisco del año pasado a México se hizo evidente que la jerarquía eclesiástica está de la mano con la clase política más corrupta. Todo esto lo ve la gente. Y también ve que aunque siete mujeres son asesinadas en México todos los días, no hay una sola voz dentro de la Iglesia que condene el feminicidio, que defienda a los estudiantes o a la gente más necesitada: campesinos, obreros, etcétera. Todo esto lo atestigua la gente y por eso la Iglesia también puede ser rebasada. Me refiero a que corre el riesgo de quedarse sola, aislada.

Ya hablamos de Iglesia, de clase política, ¿qué papel cree usted que juega el narcotráfico en esta ecuación de grupos de poder en México?

Hay que tener claro que hablar de narcotráfico y gobierno es hablar de lo mismo. Hay que entenderlo: tenemos un narcoestado. El crimen organizado ya se infiltró en todas las instituciones del gobierno. No hay un solo espacio donde no esté. Hay que hablar entonces de crimen organizado y de crimen autorizado. Un ejemplo de ello puede hallarse en los altos funcionarios, en gobernadores con orden de aprehensión que están acusados de crímenes, gobernadores que, por cierto, Peña Nieto presentó hace unos años como “el nuevo PRI (Partido Revolucionario Institucional)”. ¿Qué le puede esperar a México con este tipo de políticos? El narcotráfico infiltrado en el gobierno no es algo extraño. Quiero pensar que en el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) la infiltración era menor, aunque ya desde entonces se sabía que se había colado en el ejército. Los Zetas son una prueba de ello. En todo caso, hoy día esa infiltración es clarísima. El narcotráfico tiene a gente en las corporaciones policíacas, tiene en su nómina a altos funcionarios del Estado…

Por desgracia el narcotráfico es algo que también ha logrado insertarse a nivel social…

Sí, cada vez más jóvenes, por ejemplo, se unen a él. Lo hacen porque prácticamente no encuentran otra opción. En México, un país rico, que debería ofrecer posibilidades para todos, tenemos a siete millones de ninis. Es gravísimo. Lo más curioso es que estos jóvenes que entran al narcotráfico saben que no durarán mucho tiempo vivos. Yo he hecho cálculos y he hablado con ellos y no duran más de dos años. Algunos vienen a la Iglesia, me ven como un sacerdote distinto y por eso se sueltan a hablar conmigo. En lo personal, no tengo miedo de hablar con Maras, con gente del Cártel del Golfo, con Zetas, aunque los Zetas ya no están… todos ellos me han platicado muchas cosas. Con quien no recuerdo haber hablado nunca es con integrantes del Cártel de Sinaloa, y eso que una vez me protegieron…

¿En qué sentido?

Contra los Zetas. Me protegieron un día…

¿Y por qué quisieron protegerlo?

No sé exactamente por qué. Tal vez porque alguien conocido se los pidió. Yo no quiero meter aquí ciertos nombres porque pertenecen a personas que son internacionalmente reconocidas, personas que están muy metidas en la información del bajo mundo. Reciben información privilegiada y pagan por ella. A mí me advirtieron que estaba en peligro cuando los Zetas estaban allí, en Oaxaca. Y sí lo creo, porque los Zetas varias veces tuvieron la intención de matarme y no lo hicieron por razones que desconozco. Pero esa vez que sí estaban decididos a hacerlo y fue cuando entró en escena gente del Cartel de Sinaloa. Esta persona, cuyo nombre no quiero mencionar, ya me lo había dicho dos meses antes. Se acercó a mí y me dijo: “mira, estás en peligro serio, ahora sí es real, y en dos meses entrará en acción gente del Cartel de Sinaloa”. Fueron tiempos raros, en los que entraron los mata-Zetas a la zona e hicieron una limpia en todo el Istmo, hasta Veracruz. Ellos mencionaban a Fidel Herrera Beltrán como el Zeta-Uno. Iban por él también pero al final no lo hicieron. Tal vez el gobierno mexicano entendió que corría peligro y lo sacó del país. Tal vez por eso llegó como cónsul a Barcelona. Ahora ha vuelto y quién sabe en dónde está. Pero Beltrán fue señalado, y me consta porque yo estaba allí, escuchando conversaciones de los operadores de los Zetas, y esa conversación la tenemos grabada. Lo señalaban como el principal beneficiario de los secuestros de migrantes. No hay que olvidar que cuando él era gobernador de Veracruz hubo dos informes de la Comisión Federal de Derechos Humanos. Uno de ellos, el del 15 de junio de 2009, señala que hubo 9,758 secuestros de migrantes y otro, en 2010, indica 11,333 secuestros, y la mayor parte de ellos se hicieron en Veracruz.

¿Y los Zetas eran los principales involucrados en ese tipo de secuestro?, ¿qué hay del resto de carteles?

Sí, principalmente eran ellos, los Zetas. Como diría ese gran periodista, Óscar Martínez, de El Salvador, ha habido “Zetas, zetitas y zetones”. Creo que Zetas ya no hay, algunos de ellos están en la cárcel o muertos, pero quedan todavía zetitas y zetones que muy probablemente otros carteles, como el de Sinaloa, han absorbido. No tengo información de que el Cártel de Sinaloa se haya dedicado a este tipo de secuestro, su negocio es la droga, y del Cártel del Golfo parece que tampoco, aunque hay una rama de ellos que hacía secuestros en el norte del país, en Veracruz y en Tijuana.

La situación en este sentido entonces es menos dramática desde que los Zetas perdieron fuerza…

Por supuesto. Los Zetas eran tremendos, aunque yo me acuerdo de que cuando empezaron no eran tan crueles. Me enteré de que hubo veces en que que los migrantes secuestrados se quejaban de que los subalternos los maltrataban y entonces estos eran regañados por sus jefes. Les decían: “mira, nuestro trabajo es sacar dinero, no tienes porqué maltratarlos”. El gobierno de Calderón había descapitalizado a los Zetas y por eso necesitaban dinero líquido. Su ocurrencia fue secuestrar a los pobres, a los migrantes, esperando que en Estados Unidos sus familiares o una red respondería por ellos. Y fue cierto. Los pobres valen para los pobres. Recibían el dinero de rescate y los soltaban. Con el tiempo, sin embargo, los Zetas se hicieron incontrolables, sanguinarios, sobre todo luego de que las Maras de Honduras y El Salvador se convirtieron en sus principales operadores. Ellos sí que no tenían piedad. Al principio, si los familiares de los migrantes no pagaban, los soltaban. Después ya no, después empezaron a matarlos, a desaparecerlos. En el caso del Cártel del Golfo, éste cobraba, cuando todavía estaba el tren, mil doscientos dólares por derecho de piso de frontera a frontera. Si no podían pagar los regresaba. Pero en este caso también después la cosa se puso peor. Los mismos operadores empezaron a ser crueles con los migrantes, empezaron a matarlos también. Nuestros colectivos hablan de más de diez mil migrantes desaparecidos. El Movimiento Migrante Mesoamericano, de Rubén Figueroa y Marta Sánchez, contó a más de setenta mil. Cada quién lleva sus cuentas. En todo caso, nosotros registramos a migrantes que desaparecían en grupo, a veces en camión. Todo un camión desaparecía. Cuando estaban los Zetas, el Instituto Nacional de Migración detenía a grupos de migrantes y luego los llevaba en sus propias unidades de migración a donde estaban los Zetas para que fueran secuestrados. Tenemos eso filmado, tenemos testimonios, pero nunca nos han escuchado. ¿A quién ibas a decirle si el gobierno era juez y parte?

¿En su charla de hoy en Berlín hablará de estos asuntos?

Es un poco diferente. Sí hablaré un poco sobre migrantes pero solamente lo haré durante media hora y después habrá un conversatorio con la gente que vaya a la charla. Creo que aquí en Europa a lo mejor no es productivo el hablar sobre lo que le ha pasado a los migrantes allá. Lo más que puede hacer la gente es compadecerlos o tratar de solidarizarse con dinero, que no es lo que vengo a buscar. Me interesaría más remitir el asunto a los migrantes de aquí de Europa, hacerle saber a los que me escuchen que los migrantes tienen una gran riqueza por aportar. Este mundo está sumamente afectado por el capitalismo, se ha empobrecido espiritualmente, ha perdido sus raíces cristianas, se ha secularizado, se ha hecho materialista. Ha perdido el sentido comunitario. Los migrantes aportan una fuerza renovadora y lo hacen a nivel global, ya sea que provengan del sur de África o del sur del continente americano. Quiero hablar sobre cómo los migrantes nos cambian, cómo pueden transformar nuestra vida para bien. Quiero hablar sobre cómo comprender la vida a través de los migrantes.

¿La invitación le vino sobre todo de parte de Amnistía Internacional?

Sí, principalmente, pero también de otras organizaciones. Libra es una de ellas.

Alemania tiene un papel primordial en el tablero europeo. A nivel de relaciones diplomáticas o políticas, ¿funcionan o podrían funcionar las llamadas de atención de la Unión Europeo hacia el gobierno mexicano? Me refiero a cuestiones como el respeto a los derechos humanos, desapariciones forzadas, el asesinato de periodistas…

Es buena pregunta. Puedo decir que hace unos días, el día 10 de septiembre, conocí a Angela Merkel. Me pareció una persona sencilla, humilde, sabia, profunda. Me pareció inteligente. No es una mujer superficial, sino una líder que entiende bien el momento que está viviendo, que tiene la fuerza necesaria para actuar de la manera en la que está actuando. Alemania, incluso sin la Unión Europea, tendría la fuerza suficiente para incidir en el gobierno mexicano con respecto al cuidado y el respeto de los derechos humanos. Sin embargo, la experiencia que yo tengo con la Unión Europea, a través de las experiencias que he tenido en el Parlamento Europeo, es que aunque le interesa el tema de los derechos humanos sus principales intereses son los económicos. La Unión Europea podría exigir más. Para el caso, Estados Unidos ha tenido más incidencia sobre México en cuestión de derechos humanos. En tiempos de Obama el gobierno norteamericano decía algo así como: “te pago a ti gobierno mexicano, con el plan Mérida, por la seguridad y para que frenes el flujo migratorio, pero no te pago para que hagas estos atropellos y esta violencia contra los migrantes”. Desde julio o agosto de 2013 para acá el departamento de Estado de los Estados Unidos ha impuesto a México seis sanciones económicas por abuso de autoridad y violaciones de los derechos humanos de los migrantes. Obama no se hizo de la vista gorda con los derechos de los migrantes. Estados Unidos lo pudo hacer, pero no sé qué podría pasar con Europa.

¿Ha pensado en alguna suerte de propuesta en este sentido?

El gobierno de México es cínico, no le interesa lo que los mexicanos piensen hacia dentro, pero hacia fuera cuida mucho su imagen, le interesa mucho. Si la Unión Europea realizara una petición expresa y fuerte a México para que vigile los derechos humanos el gobierno se vería presionado al menos a aceptar que existe un problema. Esas cuestiones funcionan. Han valido al menos para cuidar mi vida, pues tengo medidas cautelares pero no porque al gobierno mexicano le interese protegerme, sino porque la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la comunidad internacional me cuidan tanto como pueden, han expresado de muchas maneras su preocupación acerca de mi persona. Amnistía Internacional ha hecho campañas a mi favor con millones de cartas. Creo que esto ha impresionado al gobierno de México y sabe que si a mí me pasara algo el costo político sería alto. En ese sentido la Unión Europea sí podría hacer cosas.

¿Y Usted no vive con miedo?

No, porque soy un hombre de fe. Mi vida está en manos de Dios, no de cualquier persona. Estoy muy tranquilo. Cuando acabe esta vida de todas maneras empezará otra. Creo en eso.

En este sentido, ¿cree que la espiritualidad, o un retorno a la espiritualidad, sería un elemento importante en la renovación de un país como México?, ¿podría ofrecerle una especie de respuesta, de salida?

Es el único camino, la única esperanza. O la sociedad recupera su espiritualidad o nada será capaz de moverse, de cambiar. Yo he visto en México a gente que entra a la política sin una espiritualidad fuerte y que termina vendiéndose. O gente sin buena espiritualidad que cuando es amenazada, se rinde. Cuando tienes espiritualidad es diferente: pueden amenazarte o matarte, pero no podrán vencerte. Tengo la impresión de que Europa entró en una dinámica de secularización no sólo por una emancipación del Estado, de la ciencia o de la universidad con respecto a la tutela de la Iglesia en la Edad Media, sino también porque se ha desilusionado de la institución eclesiástica, la ha visto como un grupo de poder más, una monarquía más, no como el símbolo de la vida futura. Esta deformación de la Iglesia Católica con respecto al perfil que Cristo quiere y quiso de la Iglesia ha desencantado a la feligresía europea y la ha alejado de la idea de Dios, de la idea de Cristo, y ha perdido su fuerza espiritual, sin darse cuenta de que la espiritualidad cristiana es lo que le había dado identidad. Ahora Europa se siente en un callejón sin salida ante cuestiones como la intolerancia de algunos sectores del Islam. Europa es vieja, necesita de jóvenes, su futuro es migrante pero le aterra el Islam. Por eso es oportuno, me parece, que Europa volviese a sus raíces cristianas, así podría ser entregada a las nuevas generaciones pero con una identidad fuerte.

Pero donde prevalezca la tolerancia a otras religiones…

Por supuesto. De ninguna manera hablo de otra cosa, no estamos ya en esos oscuros tiempos de intolerancia. Esta fortaleza espiritual de la que hablo, esta identidad, tendría forzosamente que dialogar con otra o con otras identidades. La sociedad moderna del siglo XXI tiene que ser una sumamente reconocedora de la diversidad, respetarla, crear diálogos y generar espacios de diversidad sin primacías de ningún tipo. En este sentido, lamento muchísimo lo sucedido en Asia Menor, en Pakistán, por ejemplo, un país que, si uno ve su historia, se ha hecho cada vez más homogéneo, ha rechazado la diversidad, dejando sólo un tres por ciento de gente que no es musulmana. Ese tipo de intolerancia sí es una amenaza para la paz en el mundo.

Estoy de acuerdo…

Lo que sí te digo es que la Iglesia Católica nunca volverá a ser la de antes. Ya jamás tendrá el poder y la fuerza que tuvo en otros tiempos. Es una más en el mundo. Tiene que ser humilde, propositiva, y entrar de lleno en el tema de los derechos humanos, cosa que no ha hecho hasta ahora. Tiene que reformarse. Cristo no fundó ninguna jerarquía, lo puedes ver en el Evangelio, en Mateo 20. Venimos a servir y no a ser servidos. También creo que es importante y necesaria la entrada de las mujeres a todos los ámbitos de la Iglesia. El papa Francisco ha dado un primer paso pero parece que pocos se dieron por enterados. El 17 de mayo de este año declaró a María Magdalena apóstola, apóstol de la Iglesia. Vendría siendo el apóstol trece. ¿Por qué no el catorce, tras Pablo? Porque Pablo vino después. Ella convivió con Jesús. Los apóstoles son el fundamento de la Iglesia Católica. La mujer entonces ya está reconocida en el plano del apostolado. Lo de más, es lo de menos. La mujer debería entonces de estar en cualquiera de los espacios de la vida de la Iglesia. Por otro lado están los jóvenes. La Iglesia es vieja, padece una gerontocracia. Yo quiero al papa Francisco, me gustan los cambios que propone, lo admiro, pero no tenemos porqué seguir con papas octogenarios. Tienen que ser más jóvenes, poseer más vigor, de tal manera que puedan hacer un monitoreo efectivo de la evangelización, de la lucha por el reino de Dios y la justicia en el mundo. Me imagino que en el futuro el Vaticano tendrá que perder ese centralismo administrativo y de gobierno. Me gustaría un Papa joven con subredes en los continentes para que de verdad conviva con la gente. Ojalá y llegue el momento en que no será recibido como jefe de Estado, que el Vaticano como entidad política desaparezca y sólo se mantenga la santa sede y de allí la evangelización, la lucha por la paz.

México es un país de contrastes, donde fuerzas oscuras parecen batallar todo el tiempo con fuerzas luminosas…

Sí. Por eso estoy seguro de que México no se va a perder. Vamos a quitarle el letrero de venta, porque hoy por hoy lo están vendiendo. Lo vamos a recuperar. Vamos a reorganizar la producción, producir para nosotros, vamos a impedir que algún mexicano vuelva a pasar hambre. Tenemos una riqueza prehispánica que ha prevalecido. Tenemos la riqueza de un país que cree en la familia, en las personas, en las culturas. Y tenemos un pivote de cambio, creo yo, representado por el guadalupanismo, pero no el guadalupanismo como un devocionismo, sino como una fuerza espiritual, como una identidad nacional. La Virgen de Guadalupe es un símbolo de liberación y nos ha acompañado en todos los momentos de nuestra historia. Volveremos a ella, a enarbolar el estandarte guadalupano para organizar un movimiento sin precedentes en México.

¿Qué tipo de movimiento?

Ya lo he dicho. Si en 2018 el PRI con sus partidos aliados intentan imponernos lo mismo, habrá una respuesta muy fuerte de la ciudadanía. Pacífica, pero incontenible.

¿Y qué si queda otro partido en el poder?

Lo haremos de todos modos. Así quede Morena y Andrés Manuel López Obrador. Este movimiento se tiene que hacer porque el gobierno que quede en el poder tendrá que tomar en cuenta a la ciudadanía. Si aquel que quede como gobernante es impuesto por el PRI, la respuesta será aun más grande, pero si sale López Obrador de todos modos tendremos que construir un nuevo México. El sufrimiento y la violencia que hemos padecido será entonces sólo una experiencia de base para poder construir algo mejor. Este dolor, esta impotencia, esta desesperación ante la impunidad, nos tiene que llevar a formar un país diferente. Con toda fuerza y con toda convicción. Yo estoy dispuesto para el año que viene, quede quien quede al frente del gobierno, a comenzar un movimiento muy fuerte junto con todas las personas que tengan verdaderos deseos de cambio. Yo no quiero liderar nada. Si por miedo la gente no quiere hacerlo, yo lo hago, pero si hay gente valiente e inteligente que quiera hacerlo con un sentido incluyente, no sectario, yo me voy a sumar. Me reservo mi derecho a ser crítico y señalar todo aquello que atente contra la justicia y la inclusión. Aquí no se trata de un membrete religioso. Se trata de tener una convicción espiritual fuerte, una ética sólida, de tal manera que no vayas a vender a tus hermanos ni traicionar a tus ideales. Aquí lo primero es México. México está demasiado mal como para que sólo pienses en ti mismo.

Gracias, padre

Gracias a ti.

*Alejandro Solalinde Guerra (Texcoco, Estado de México, 1945). Sacerdote católico. Licenciado en Historia por la Universidad Autónoma del Estado de México. Durante más de treinta años se ha desempeñado como jefe de parroquia de varias iglesias. A lo largo de al menos una década se ha dedicado a defender los derechos humanos de los migrantes que cruzan la frontera mexicana para llegar a los Estados Unidos. Para tal efecto, en 2007 fundó en Ixtepec, Oaxaca, el albergue “Hermanos en el camino”. Su labor ha sido reconocida con el Premio Nacional de los Derechos Humanos y el Premio Paz y Democracia en la Categoría de Derechos Humanos.

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