Los socios oscuros de Trump

Trump, Arif y Sater. Foto: Zembla

Un nuevo escándalo se cierne sobre el presidente de Estados Unidos, quien ya tiene que lidiar con el Rusiagate. Desde hace un par de años la empresa Bayrock está bajo la lupa de la fiscalía del estado de Nueva York; la investiga por un fraude fiscal de grandes proporciones. Y esa compañía –propiedad de dos conocidos mafiosos, uno ruso, otro kazajo– hizo negocios con Donald Trump, quien conocía perfectamente la historia de sus socios pero aun así aceptó su dinero, aparentemente para evitar una quiebra.

BRUSELAS (Proceso).- A pesar de que lo ha negado con vehemencia, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha tenido relaciones de negocios con oscuros personajes vincu­lados con las mafias de Rusia y de otros países exsoviéticos.

Así lo expusieron los periodistas Sander Rietveld y Annette Schatzle en el reportaje “Los sospechosos amigos de Donald Trump”, transmitido en dos partes los pasados miércoles 3 y 10 en el programa de investigación periodística Zembla, del canal holandés Vara.

Los reporteros tuvieron acceso a correos electrónicos internos de las compañías implicadas y a los testimonios directos de, entre otros, el exagente de inteligencia Malcom Nance; del biógrafo crítico de Trump, Michael D’Antonio, y sobre todo de Fred Oberlander, el fiscal del estado de Nueva York que encabeza desde 2015 una investigación por fraude fiscal a gran escala contra la firma asociada a Trump, Bayrock, que comenzó con la demanda de un exempleado de esa compañía.

Se trata de un caso que en teoría podría poner tras las rejas al presidente estadunidense.­

“Cualquiera que maneja un negocio bajo un patrón criminal”, asevera Oberlander en el reportaje, “es culpable de asociación delictiva. Cualquiera que tuviera conocimiento de lo que ellos (Bayrock) estaban haciendo y los ayudara, sería culpable de conspiración para cometer crimen organizado. Todos irían a la cárcel”.

La difusión del reportaje coincide con las investigaciones en Estados Unidos del llamado Rusiagate, que se centran en la presunta injerencia de Moscú en las elecciones presidenciales que ganó Trump y en la eventual colusión de su comité de campaña en ello.

De hecho uno de los más recientes capítulos del escándalo versa sobre los supuestos intentos de Trump para frenar la investigación que sobre este asunto llevaba a cabo el director del FBI, James Comey, a quien sorpresivamente despidió el miércoles 10 y a quien incluso amenazó dos días después: “A James Comey más le vale que no haya cintas de nuestras conversaciones, antes de que él empiece a filtrar a la prensa”, tuiteó Trump el viernes 12.

La investigación de Rietveld y Schatzle no tiene desperdicio. La historia central se desarrolla como sigue:

En 2005 Trump y el grupo internacional Bayrock LLT acordaron construir, entre muchos otros proyectos inmobiliarios, un hotel de condominios de lujo en Nueva York: el Trump SoHo. El empresario poseía 18% y tenía la responsabilidad legal del proyecto, al haberlo inscrito bajo las leyes mercantiles de Estados Unidos.

Bayrock era propiedad de Tevfik Arif y Felix Sater.

El primero es un magnate de Kazajistán, propietario de una cadena de hoteles. Hizo fortuna con los yacimientos mineros de cromo y en 2001 fundó Bayrock.

En junio de 2010 Arif fue arrestado en Turquía por tráfico de personas. Su socio –también kazajo– Alexander Mashkevich le había pedido organizar en su yate una fiesta con nueve modelos/prostitutas rusas para cerrar unos negocios con inversionistas extranjeros.

Mashkevich también es un millonario de la industria minera y líder de la comunidad judía en su país. Ha sido acusado de corrupción y lavado de dinero.

Arif fue detenido cuando el yate entró al puerto de Antalya. La policía turca investigaba desde enero de aquel año un caso relacionado con redes de prostitución manejadas por gente ligada al socio de Trump en Bayrock. Se había descubierto que jovencitas rusas eran trasladadas a los hoteles de Arif en Turquía para prostituirlas.

Mashkevich movió sus contactos para no ser detenido, y Arif finalmente fue puesto en libertad.

El socio ruso

La circunstancia de Sater es aun más grave para Trump.

Sater nació en 1966 en Rusia con el nombre de Felix Mikhailovich Sheferovski. De chico se mudó a Brooklyn con su padre, un mafioso al servicio de Semión Moguilévich, uno de los 10 criminales más buscados por el FBI y acusado de numerosos asesinatos.

El reportaje holandés explica que, en los noventa, ciertos negocios de casinos y de bienes raíces de Trump estaban al borde de la bancarrota. Los bancos estadunidenses no querían correr el riesgo de financiarlo y el empresario dependía de flujos de dinero líquido.

En ese contexto, a principios del siglo XXI, Trump comenzó a recibir capitales de Rusia y de antiguas repúblicas soviéticas, como Kazajistán o Azerbaiyán, para sostener sus empresas. Al mismo tiempo, con la llegada de Vladimir Putin a la Presidencia de Rusia, los oligarcas rusos, corruptos y ligados a la mafia, comenzaron a colocar su dinero en países como Estados Unidos, financiando a empresarios como Donald Trump.

El 17 de diciembre de 2007, gracias a una investigación de The New York Times se supo que Sater tenía un pasado turbulento: había apuñalado a alguien en un bar, estaba envuelto en un fraude financiero por 40 millones de dólares y tenía conexiones con la mafia rusa, para la cual había lavado dinero.

Dos días más tarde Trump aseguró que arreglaría el asunto.

Sin embargo, más de un mes después, el 28 de enero, Sater escribió a un inversionista de Bayrock que Trump sólo había visto en el escándalo “una oportunidad para intentar obtener un pago para él mismo”, lo cual habría expresado en una reunión con los socios del consorcio Trump SoHo tres días antes.

En otro correo dirigido a sus colegas, Sater presume: “Donald está contento conmigo”, sugiriendo que ambos habían estado en contacto. En 2016 Sater incluso declaró que, cuando codirigía Bayrock, su oficina estaba un piso abajo de la de Trump.

No obstante Trump aseguró, en testimonio bajo juramento, que él tenía tan poco contacto con Sater que no podría reconocerlo si se sentara frente a él.

El reportaje holandés reproduce una entrevista de 2013 con Trump en el programa Newsnight de la BBC. El entrevistador pregunta por qué se asoció con Sater y, exasperado, le atiza: “¡Pero es que está conectado con la mafia!”, a lo que el empresario le responde: “En este país, cuando tienes un contrato, no puedes simplemente romperlo”. El periodista insiste, pero Trump da por terminada la entrevista.

Pese a lo anterior, Trump nunca se alejó de su socio ruso. Zembla muestra una tarjeta de presentación de Sater, la cual probaría que después de dejar Bayrock todavía se convirtió en 2010 en el asesor principal de la organización Trump, con una línea telefónica y una oficina en la torre Trump SoHo, así como una dirección de correo institucional (con la terminación trumporg.com).

Hay otro episodio igualmente interesante en aquella historia. Cuando los tribunales de Estados Unidos lo llevaron a juicio, Sater huyó a Rusia. Al regresar a Nueva York “pasó algo extraño”, explica el programa: Sater se declaró culpable pero llegó a un acuerdo con el FBI y la inteligencia estadunidense para convertirse en su informante a cambio de que “sellaran” su expediente legal.

En Bayrock estaban al tanto de sus fechorías: correos internos consultados por Zembla se refieren al “riesgo de que se descubra el pasado de Felix”, u ordenan que “el nombre de Felix no se incluya en ninguna parte”.

En otras imágenes reproducidas por el reportaje de la televisión holandesa, en una audiencia de James Comey el pasado 20 de marzo, el congresista republicano Eric Swalwell le pregunta si sabía del fraude de 40 millones cometido por el socio de Trump. Comey se niega a responder a esa y a otras alusiones sobre Sater.

Según la prensa estadunidense, Trump y Sater restablecieron en enero pasado los contactos al más alto nivel: Sater habría tenido que ver en un plan de paz prorruso para Ucrania que aterrizó en la Casa Blanca.

Los periodistas holandeses narran que, en su momento, Trump continuó su relación con Bayrock y Sater porque necesitaban inversionistas que pudieran ofrecer millones de dólares a sus proyectos comunes.

Uno de los socios estratégicos de Bayrock fue el fondo islandés de inversiones FL, el mayor de ese país con conexiones con sus principales bancos. En un documento oficial de Bayrock de 2006 se menciona que FL está “apoyado por inversionistas rusos favorables a (el presidente de ese país, Vladimir) Putin”.

La compañía, dice el documental, era el mejor conducto para colocar dinero de Kazajistán y otras repúblicas de la zona en los mercados occidentales.

La firma de Trump

En 2007, FL y Bayrock concretaron un acuerdo de 1 millón de dólares para un desarrollo inmobiliario. Trump aprobó el acuerdo y lo firmó. La televisión holandesa expone el papel con su firma.

Documentos judiciales –obtenidos por Oberlander tras una larga batalla para abrir el expediente del caso– refieren que ambas firmas fraguaron un plan para cometer un fraude fiscal de 250 millones de dólares.

FL (Stodir desde 2009) niega ahora que canalizara inversiones rusas, mientras que Trump alega que no tenía idea de que la transacción fuera fraudulenta. Oberlander reafirma que el ahora presidente puede ser acusado de participar en una conspiración para cometer crimen organizado.

No todo termina ahí. Entre los socios de Trump entra a escena otro delincuente de cuello blanco: Viktor Khrapunov, un alcalde y exgobernador de Kazajistán buscado por la Interpol por haber robado “cientos de millones” de dólares en activos públicos de su país.

En 2013, refiere la investigación holandesa citando una investigación del diario británico Financial Times, Khrapunov compró tres departamentos en la Trump SoHo por un valor de poco más de 3 millones de dólares y de cuya venta se benefició Trump por ser socio.

Resulta que en 2007 Bayrock abrió una sucursal en Ámsterdam, la cual, asociada con Khrapunov y la empresa suiza de su esposa, Helvetic Capital, creó la firma KazBay BV también en Holanda, que era una compañía sin empleados ni actividad real; sólo una dirección.

Oberlander explica que el objetivo de KazBay era reintroducir al mercado europeo dinero generado en Nueva York. El Financial Times acusó a la empresa de servir para lavar dinero.

Los periodistas holandeses obtuvieron un correo electrónico en el que se indica que KazBay funcionaría como una compañía “mediadora”, y revela que fue diseñada por el despacho de abogados del exalcalde de Nueva York Rudolph Giuliani (Bracewell & Giuliani), un hombre cercano a Trump.

El documental relata que en 2007 Bayrock y Khrapunov acordaron depositar 1 millón 480 mil dólares en KazBay, tras lo cual Bayrock informó a un socio que el monto había sido invertido en operaciones en el sector minero en Kazajistán.

Este socio exigió ver los registros de la operación, pero Bayrock no cuenta con esos papeles y hasta la fecha no ha probado el destino de esa inversión; no ha probado que no se trató de un desvío de fondos, relata el reportaje.

Al final de la primera parte del programa, Rietveld –después de visitar varias direcciones– localiza a Sater en el que parece ser su domicilio. Ataviado con una camisola del equipo de beisbol de los Yanquis, Sater le promete al periodista que contestará sus preguntas por escrito.

–Usted envíeme sus preguntas y nos dará mucho gusto contestarlas –dice.

Pero ni él ni Trump ni la Casa Blanca ni ninguno de los implicados quisieron responder a las preguntas que la televisora holandesa planteó por escrito.

*Este reportaje se publicó en la edición 2116 de la revista Proceso del 21 de mayo de 2017. Aquí el texto original➜