John Galliano, el regreso. Por Amaia R. de Escudero

[signoff]AmaiaParece que el mundo de la moda es capaz de perdonar y olvidar; que en él se puede recomenzar de cero y hacer frente a una etapa gloriosa que acaba de manera abrupta. La moda brinda segundas oportunidades a aquellos genios que en algún momento de su vida, en lo más alto de su trayectoria profesional, cometieron actos ásperos y violentos. Prueba de ello es el retorno de John Galliano –tan esperado e inesperado al mismo tiempo, admirado y sorprendente– de la mano de la Maison Martin Margiela.
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El rebelde, extravagante e imaginativo John Galliano fue despedido en Marzo de 2011 de la casa Dior, donde ejerció de director creativo durante quince años. Un mes antes un polémico y mediático suceso cimbró al mundo de la moda y la opinión pública en general: embriagado e inconsciente, John Galliano profirió insultos antisemitas a una pareja en el Cafè La Perle de Paris. El suceso no fue más que la gota que colmó el vaso: Sidney Toledano, presidente de Dior, y Bernard Arnault, del grupo al que pertenece la marca, decidieron echarle de la compañía.

Dana Thomas narra en su reciente libro Gods and Kings: The rise and fall of Alexander McQueen and John Galliano, que antes del polémico suceso el diseñador ya mostraba un comportamiento fuera de la norma: se mantenía ausente de la oficina de trabajo e incluso realizaba llamadas telefónicas a los empleados en estado de embriaguez. Antes, Toledano y Arnault ya le habían sugerido someterse a una terapia de rehabilitación, algo a lo que el creativo siempre hizo caso omiso.

Un par de acontecimientos previos afectaron también la vida profesional y personal del maestro. Uno fue el divorcio profesional con la modelo Amanda Harlem, que fue persuadida por Leon Tatley para irse a Chanel; y el otro, la muerte de su mano derecha, Steven Robinson, aquel que le acompañó desde sus inicios y que curiosamente trató de alejar a la querida modelo de Galliano.

Robinson murió en 2007 de un supuesto ataque al corazón. En realidad falleció de una sobredosis de heroína. La casa Dior, a escasas semanas de celebrar su sexagésimo aniversario, ocultó el escándalo mientras el gibraltareño trabajaba en los preparativos del acontecimiento. Seguramente estos dos sucesos fueron los que desencadenaron que Galliano se embarcara en una vida de excesos de la que no pudo alejarse.

Tras un proceso de desintoxicación, en 2013 colaboró de forma esporádica con el taller de Oscar de la Renta (1932-2014). Después fue nombrado consultor de la firma rusa de cosméticos L´Etoile. En la última edición de los British Fashion Awards, hace escasos meses, recibió el premio a la excelencia de la mano de la directora de Vogue América, Ana Wintour, una de sus fieles amigas dentro del mundo de la moda. En esa ocasión ella lució uno de los anticipos pertenecientes a la línea Artisanal que presentaría Galliano en Londres el pasado mes de enero. Esa fue la prueba de que el mundo de la moda perdonaba al artista –al menos la industria de la moda británica– y le daba de nuevo la bienvenida.

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Me asombró la noticia de que Galliano fuera el diseñador creativo elegido por la firma Martin Margiela. La empresa fue fundada en 1988 por el mismo Martin Margiela (Limburg, Bélgica, 1957) como un laboratorio que exploraba los límites de la indumentaria y que se acercaba de manera conceptual al vestuario a comienzos del nuevo siglo. Introdujo el concepto arquitectónico y literario de deconstrucción en el vestir, adelantando el grunge y valorando el reciclaje como un medio más de creación. Huyendo de las tendencias, asumió la responsabilidad del diseño en su sentido puro y real.

Martin Margiela, un tipo de quien apenas existen imágenes, siempre ha vigilado su no imagen. Incluso durante su etapa como director creativo de Hermès entre 1997 y 2003, el diseñador belga parece la antítesis de John Galliano, excesivo, teatral, estridente, siempre aparecendo al final de los desfiles disfrazado de pirata, marinero, Napoleón, torero…

En la casa Martin Margiela el anonimato era parte de la filosofía de su fundador, al contrario que todas, o casi todas las marcas conocidas de moda, que tienen una imagen potente y estudiada de su creador o embajador. En Margiela no había cabezas visibles, su equipo de diseño hablaba en plural y únicamente a través de sus prendas. En palabras del mismo fundador, su producción es (era) “el resultado del trabajo de muchas cabezas, corazones y manos”.

Hasta tal punto llegaba la discreción de su fundador que su salida en 2009 fue conocida meses más tarde y a través de un comunicado difundido por el holding Only the Brave (OTB), propietario de la casa desde 2002 y que también posee Diesel, Marni y Viktor & Rolf. Su salida se debió quizás a desavenencias con el grupo. Desde entonces se ha dicho que diseñadores como Marios Schwab o Matthieu Blazey han diseñado para la firma; sin embargo, Only the Brave ha rechazado identificarlos.

Pero John Galliano ha vuelto. Lo hizo el pasado octubre, tras aceptar el puesto de director creativo, el cual le había ofrecido hace tiempo una de las firmas más transgresoras de la historia de la moda. Según afirmaba Stefano Rosso, director ejecutivo de OTB e hijo del fundador de Diesel, Renzo Rosso, en un artículo aparecido en el diario español El País el pasado 18 de noviembre:

“Creemos que Margiela puede ser el lugar perfecto para él porque los dos son diseñadores iconoclastas, aunque muy distintos. La interpretación que él haga puede ser un choque, pero también la revolución que la marca necesitaba. Será interesante ver lo que pasa”.

La mencionada línea de alta costura Artisanal de la Maison Martin Margiela fue presentada el enero pasado en Londres dentro de los eventos previos a la semana de la alta costura parisina. Quizás Galliano quiso elegir para su retorno un lugar en el que se siente cómodo y arropado. A la hora del té, los asistentes fueron rigurosamente seleccionados. Entre ellos se encontraban amigos del mundo de la moda como las modelos Kate Moss y Naomi Campbell, los diseñadores Alber Elbaz, Manolo Blahnik, Nicola Formichetti y Anna Wintour.

Más salvaje que reflexiva, bella y grotesca a la vez, la colección es el puente que une la filosofía del fundador con la personalidad del propio Galliano.

Muestra de ello es la máscara (como las que Kanye West luce en el escenario) en forma de calavera, con corona incluida, de perlas, brillantes y diversos elementos dorados, así como la protuberancia en el pecho igualmente abigarrada del look que cerró el desfile.

Otros outfits mostraban una mujer que se viste de harapos y trapos, se adorna con guirnaldas y no tiene reparo en llevar las medias sin remedar. Los fracs y las chaquetas y trajes sastre asimétricos, amputados y sin acabar también cobran protagonismo.

La colección es en sí un collage realizado con prendas sacadas del armario de Miss Havisham (“La bruja del lugar”, personaje de la novela Las grandes esperanzas de Charles Dickens) y de una pandilla de chavalas de barrio, que utiliza materiales que van desde el tul al cuero en blanco, rojo y negro.

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Más allá de la extravagancia, los conceptos de Margiela también están presentes. Esas toiles puestas sobre las modelos con alfileres son un claro guiño a la deconstrucción: las toiles se realizan en un tejido común y basto de algodón o lino y son el paso previo a la confección de la prenda en su tejido final. El minimalismo se encuentra en un andrógino traje negro, así como en la serie de vestidos largos en color rojo.

Margiela también solía aportar un toque de humor a sus colecciones a través de residuos humanos que aportaban dimensionalidad a la colección. En este caso Galliano reúne una colección de cochecitos y figuritas de batalla que desfilan y recorren en línea recta las prendas; y conchas y caracolas que componen caras tridimensionales tipo Arcimboldo (a partir de flores, frutas y plantas) en vestidos, así como ojos con largas pestañas. Incluso homenajea a la chica más ostentosa y llamativa de la casa con el estampado leopardo, transparencias y adornos metálicos y brillantes.

Está claro que Galliano ha encontrado su casa. Tal ha sido su acercamiento y apego que, al salir a saludar, se mostró en bata blanca, el uniforme del Atelier Margiela, y con su melena recogida en la nuca.