Dos mexicanos controlan la fiesta

Boletos mundialistasLos mexicanos Jaime y Enrique Byrom Aparicio controlan una parte importante de la venta de entradas a los estadios y la renta de habitaciones para hospedarse en Brasil. Ellos deciden los precios. Llevan años en el negocio, al menos desde México 1986, y su participación ha encarecido un espectáculo que solía ser popular. En connivencia con la FIFA, son parte de la élite que ha desatado la ira de los brasileños.

(Artículo publicado con Anne Vigna en el suplemento especial Brasil 2014 de la revista Proceso en su edición del 7 de junio de 2014)

BRUSELAS/RÍO DE JANEIRO.- La historia se repite en todo Copacabana, el barrio más turístico de Río de Janeiro. Si uno quiere reservar un cuarto durante el Mundial, no puede hacerlo directamente en el hotel. El recepcionista ni siquiera puede informar si hay disponibilidad: “Nosotros no hacemos las reservas para el Mundial, tiene que llamar a la empresa Match Hospitality”, dice, y le da al interesado un número telefónico.

En la pared de la recepción, eso sí, hay una placa de plástico con el logotipo “Accommodation official FIFA 2014”. Todos los grandes hoteles la tienen “porque todos vendimos los cuartos a la empresa Match”, reconoce Anna Christina de Andrade, directora comercial de ventas internacionales de la cadena Othon Palaces, en Copacabana. La historia la confirman diversos gerentes de venta.

Hace más de dos años Match Hospitality compró los derechos sobre cerca de 80% de los cuartos de Río de Janeiro. “Son muy pocos los hoteles de cinco a tres estrellas que no vendieron sus cuartos a Match, simplemente porque es la agencia oficial de la FIFA. Solamente las posadas, los moteles y unos hoteles en Copacabana rechazaron la oferta”, añade la directora.

Match Hospitality reservó entero el hotel Mar Palace desde 2012. Hilton Linos, el gerente del establecimiento, reconoce: “Somos meros prestadores del servicio para Match. Ni le puedo decir el país de origen de mis huéspedes durante el Mundial porque no tenemos acceso a ellos”.

Si algo distingue los negocios de venta de entradas y alojamiento para el Mundial de Brasil es la opacidad y el abuso. Eso ha contribuido a la masiva ola de protestas en el país.

Los hermanos mexicanos Jaime y Enrique Byrom Aparicio son los propietarios mayoritarios de la empresa Match Hospitality, con sede en Zug, Suiza. Algunas fuentes afirman que son dueños de 85%; otras que de 65%. Su principal socio es la compañía suiza Infront Sports & Media, que se encarga de la comercialización de los derechos de transmisión de los mundiales y cuyo director ejecutivo es Philippe Blatter, sobrino y ahijado del presidente de la FIFA, Joseph Blatter. Su participación en el negocio es de 5% o 10%.

Los otros accionistas minoritarios son la firma japonesa de publicidad Dentsu, la empresa australiana de distribución de comida Bidvest y la agencia de viajes brasileña Best Services, las cuales no difunden el monto de su capital por motivos de “confidencialidad”, señala una investigación del semanario suizo Die Weltwoche publicada en 2009.

Los mexicanos participan en Match Hospitality a través de la empresa Byrom PLC, registrada en 1991 en Cheadle, condado de Cheshire, Manchester. Su director es Jaime Byrom. Además de él y su hermano, otros cinco miembros de la familia –además del director de mercadotecnia y su esposa, John e Ingrid Parker– controlan las 50 mil acciones de la compañía, indica un reportaje de 2010 del periodista Rob Rose, quien obtuvo esa información de los estados financieros del corporativo.

La relación comercial de Byrom PLC con la FIFA no pasa únicamente por Match Hospitality, que ofrece paquetes de lujo a grandes compañías bajo el Programa de Hospitalidad de la FIFA: Ese contrato de exclusividad se extiende a los mundiales de Rusia en 2018 y de Qatar en 2022. La otra empresa implicada es Match Event Services, propiedad absoluta de los mexicanos y que también preside Jaime Byrom, la cual se ocupa de la venta de boletos individuales y servicios informáticos.

Al amparo de Cañedo

La investigación periodística del Die Weltwoche narra que los hermanos Byrom comenzaron a construir su imperio a mediados de los ochenta gracias a la estrecha amistad que unía a su padre con el fallecido Guillermo Cañedo, quien fuera presidente de la Federación Mexicana de Futbol y amigo íntimo del otrora dueño de Televisa, Emilio Azcárraga Milmo, quien lo nombró vicepresidente del consorcio mediático y presidente del Club América.

Cañedo también fue vicepresidente de la FIFA, y en ese puesto se convirtió en la mano derecha del entonces presidente del organismo, el brasileño Joao Havelange, mientras que Joseph Blatter ocupaba el puesto de secretario general. Fue en ese periodo que los hermanos obtuvieron el primer permiso de la FIFA para vender viajes a los mundiales de México 86 e Italia 90, en calidad de agentes turísticos independientes.

El semanario suizo explica que los Byrom se asociaron con el exastro del Manchester United Bobby Charlton, pero lo sacaron del consorcio cuando la compañía entró en dificultades económicas. Sir Charlton, considerado por la FIFA el mejor jugador inglés de todos los tiempos, perdió “millones” de su capital en esa desafortunada sociedad conjunta.

No obstante ese episodio, el “primer gran golpe” de los mexicanos llegó tres años después de haber establecido Byrom PLC en Inglaterra. En el Mundial de Estados Unidos 1994, ya operaron como “proveedores oficiales de la FIFA”, y vendieron 3.2 millones de noches de hospedaje en 600 hoteles que consiguieron reservar.

El negocio se multiplicó en el Mundial de Corea y Japón 2002, cuando la FIFA los nombró “vendedores oficiales” del boletaje mundialista. A pesar de que la distribución de las entradas resultó “un desastre” (la entrega se retrasó, entre otros problemas), el Mundial asiático permitió a los mexicanos afianzar el monopolio en ese lucrativo mercado. De hecho, la FIFA le entregó a Byrom PLC esa enorme tarea cuando la empresa apenas contaba con 20 empleados de tiempo completo.

“Los Byrom prosperaron, se mudaron a Inglaterra y ahora manejan una gran parte de las operaciones de la Copa Mundial de la FIFA desde un moderno edificio de dos pisos en un parque empresarial al sur de Manchester, cerca del aeropuerto internacional”, señala el veterano periodista escocés Andrew Jennings, uno de los que más ha investigado la corrupción en la FIFA.

En entrevista telefónica con Proceso, igual que en su libro de reciente aparición Omertá: La FIFA de Sepp Blatter, familia del crimen organizado, Jennings asegura que los mexicanos poseen una empresa, Byrom Holdings, afincada en la Isla de Man, un paraíso fiscal donde puede mantener en secreto su contabilidad, además de que una de sus cuentas bancarias se halla en la ciudad andaluza de Sotogrande, una de las zonas residenciales de mayor lujo de España.

Jennings comenta que los Byrom “han adquirido viviendas agradables en pueblos de primer nivel en la campiña de Cheshire, y se codean con los futbolistas estrellas de los dos grandes clubes de Manchester”.

Pasado negro

En su libro, publicado en abril pasado, Jennings acusa a los hermanos Byrom de abastecer una red internacional de venta ilegal de boletos operada por Jack Warner, vicepresidente de la FIFA y presidente, hasta 2011, de la Confederación de Futbol del Norte, Centroamérica y el Caribe. De esa actividad –contraria a los estatutos de la FIFA– supuestamente están al tanto sus altos dirigentes, incluyendo Joseph Blatter, denuncia el reportero. Según le informaron a Jennings diversas fuentes, 40% de las entradas va a dar a distribuidores no autorizados, que las encarecen mediante la reventa.

Jennings publicó en la prensa británica, en septiembre de 2006, dos informes confidenciales que entregó la firma Ernst & Young a la FIFA luego de haber practicado una auditoría a Byrom PLC. En ellos, dice el periodista, se concluye que Jack Warner y su hijo Daryan utilizaron el negocio familiar –una agencia de viajes de nombre Simpaul Travel Services Limited, ubicada en Puerto España, capital de Trinidad y Tobago– para ordenar 5 mil 400 boletos, suministrados por los hermanos Byrom, que revendieron en paquetes de viajes durante el Mundial de Alemania 2006.

La FIFA protegió a Jaime y Enrique Byrom y sólo impuso una multa de 754 mil 375 mil euros a Daryan –quien dirigía en ese momento la empresa– y prohibió el aprovisionamiento futuro de boletos a Simpaul, que había obtenido beneficios por 3 millones de dólares en su operación de reventa.

A pesar del castigo, una investigación de los periodistas noruegos Espen Sandli y Torgeir P. Krokfjord permitió descubrir que los hermanos Byrom habían autorizado nuevamente a Warner la venta de entradas para el Mundial de Sudáfrica 2010.

Jennings relata en su libro que el directivo de la FIFA las había solicitado vía la Unión Caribeña de Futbol, que él presidía y cuyo edificio está localizado frente a su agencia de viajes.

Una serie de correos electrónicos filtrados reveló que Warner había pedido a la oficina de ventas de Byrom en Johannesburgo un lote de 310 entradas, de la categoría más cara, con un valor nominal de 84 mil 240 euros, y otro de 38 boletos para la final.

Además de lo anterior, los mencionados periodistas noruegos publicaron, en octubre de 2010 en el diario Dagbladet, que un empleado del área de boletos VIP de Match Hospitality había vendido en el mercado negro listas confidenciales de la compañía con los datos personales –como nombre, fecha de nacimiento y número de pasaporte– de 350 mil compradores de entradas. Cada contacto había sido ofrecido a 2.5 euros.

Beneficios brasileños

En Brasil, Match negoció con cada hotel la venta de los cuartos. En el caso del hotel Othon y otros muchos, la empresa con sede en Zúrich le regresó en mayo una parte de los cuartos que no logró vender. “Ahora los estamos vendiendo nosotros, pero está claramente especificado en el contrato que no los podemos dar más barato que los precios que decidió Match”, comenta Anna Christina de Andrade.

En promedio, Match triplicó los precios, provocando una inflación general en el sector turístico durante esta copa mundial.

Una investigación publicada por el periódico brasileño El Tiempo indica que el martes 17, cuando la Selección mexicana enfrente a Brasil, una habitación doble en el hotel Windsor Martinique de Copacabana costará 641 dólares (8 mil 241 pesos). Para tener una referencia, el costo de un cuarto en el Hotel Montecarlo de Roma es de 167 dólares (2 mil 147 pesos) por día, y uno en el hotel L’Ocean de París, cerca de la Ópera Garnier, 234 dólares (3 mil pesos).

En el barrio de Santa Teresa, donde hay posadas, los precios también se triplicaron. La misma alza se observa en el sitio de internet Airbnb, que los cariocas usan para poner en renta habitaciones o casas enteras para el evento. Los precios entre el mes de mayo y los meses del Mundial son tres veces más altos.

Rob Rose llevó a cabo una investigación sobre Match Hospitality para saber si realmente África ganó con la organización del Mundial de 2010, como lo declaró el presidente de la FIFA, el suizo Joseph Blatter.

La pesquisa efectuada entre los profesionales del turismo muestra lo contrario: quien lucró y ganó fue Match Hospitality.

Según Rose, Match pidió a los hoteles garantizar precios razonables, pero después cómodamente infló sus propios márgenes. El ejemplo más obvio es el de los 730 alojamientos en los Parques Nacionales que Match compró previamente y por los que cobró 1000% más que el precio original.

El 3 de noviembre de 2008, el director general de la Asociación de turismo sudafricano, Moeketsi Mosola, se opuso públicamente a los métodos comerciales de Match y exigió que dejara de intimidar a la industria hotelera. “Le dijimos a Match que queremos trabajar con ellos, pero que no permitiremos que las empresas turísticas se vayan a la ruina después de 2010”, declaró Mosola.

Lujo mundialista

Los beneficios que obtendrá Match no se cuestionan, ni en sus contratos con los hoteles ni en sus paquetes dentro de los estadios, donde comercializa “suites de lujo” para ver los partidos mientras se bebe champagne y se hacen negocios. Esas suites en los estadios brasileños se venden como “paquetes VIP Hospitality” por más de 2.3 millones de dólares (29.5 millones de pesos), explica Jennings, quien recuerda que Match Hospitality dispone de 450 mil boletos de ese tipo para Brasil (70 mil más que en Sudáfrica). De esos, 12 mil son para el juego de apertura y 12 mil más para la final en Río.

Los primeros folletos de presentación de Match Hospitality fueron enviados solamente a las 250 trasnacionales, las cuales disponen de los medios económicos para pagar hasta 100 mil dólares (un millón 285 mil pesos) por la renta de una suite durante un solo partido.

Las “Match private suites” están en una locación privilegiada en siete estadios del Mundial. Ofrecen comida preparada por un chef, champagne de marca Taittinger y un espacio totalmente privado. Para ver México contra Croacia en el estadio de Recife el lunes 23, la “Match private suite” cuesta 4 mil dólares (51 mil 422 pesos). La misma suite para el partido México contra Camerún en Natal, el viernes 13, baja a 3 mil 300 dólares (42 mil 424 pesos).

Todas las suites de lujo en el estadio Maracaná de Río de Janeiro para los seis partidos del Mundial ya fueron vendidas. Solamente quedan los llamados “Estudios bossa nova” para los cuartos de final, que en realidad son espacios compartidos para seis personas con un precio de 6 mil 200 dólares (79 mil 762 pesos) cada asiento.

La creación de dichas suites es parte del enojo de los aficionados brasileños, pues para instalarlas la FIFA exigió que se redujera considerablemente el número de asientos a precios populares en la mayoría de los estadios.

Así, mientras en la final del Mundial en 1950 asistieron al Maracaná 200 mil espectadores, en 2014 serán solamente 73 mil. “Por eso hablamos de privatización de los estadios. El futbol es en Brasil un deporte popular y se está convirtiendo en un instrumento de ricos para hacer negocios”, explica Caio Lima, miembro del Comité de la Copa Popular (Mundial Popular).