OPINIÓN: Corresponsales en Bruselas, en las redes del cabildeo. Marc Gruber (Federación Europea de Periodistas)

La Unión Europea ejerce el poder legislativo sobre un vasto rango de temas que afectan las vidas de millones de personas en el continente, por lo que el escrutinio de los medios de información juega un papel crucial en la creación de una democrática rendición de cuentas. ¿Pero qué tan fácil es para un periodista investigar a los poderes en Bruselas? ¿Y qué tan independientes son los medios de Bruselas que proveen ese escrutinio? Esos cuestionamientos los plantea el libro Bursting the Brussels Bubble –editado por la organización no gubernamental ALTER-EU– en la introducción a un texto de Marc Gruber, el director de la Federación Europea de Periodistas. Con autorización de los editores de la obra, Europafocus traduce el texto de Gruber, quien escribe sobre los obstáculos que enfrentan los corresponsales frente al poder del cabildeo.

La prensa está bien representada en Bruselas con alrededor de 1,300 periodistas acreditados, cuya mayoría cubre principalmente las instituciones de la Unión Europea (UE). Aproximadamente la mitad de ellos son miembros de la Asociación de la Prensa Internacional (API).

Mientras que los últimos años varios medios europeos con presupuestos ajustados han recortado la corresponsalía de Bruselas, por otro lado han llegado más periodistas de países fuera de la UE, en particular de China, India y países de África. El resultado más importante de ese cambio es que el núcleo duro de la cobertura periodística de Bruselas se ha debilitado: los medios invierten menos en la búsqueda e investigación necesarias para poder ejercer su escrutinio sobre la influencia corporativa y política en el corazón de la UE.

Uno debería esperar que tal cantidad de profesionales de la información ofreciera un amplio rango de diversas noticias y desafiantes reportajes acerca de las instituciones que producen más de dos tercios de las leyes que se aplican en cada uno de los Estados miembros.

Sin embargo, esa no es la realidad. La mayoría de los medios europeos sólo reportan cuidadosamente sobre las mayores cumbres políticas de la UE y las directivas más controvertidas, y casi todos siguen una política editorial predeterminada, por ejemplo, a favor o en contra del Tratado de Lisboa, o favorable u opositor a la regulación del mercado.

Muy pocos periodistas tienen la oportunidad de emplearse en trabajos de investigación o producir reportajes extensos de contexto en torno a lo que hacen las instituciones europeas. De hecho, gran parte de las notas periodísticas no son polémicas y raramente irritan a la burocracia de la UE. En lugar de eso, la prensa en Bruselas repite mecánicamente los discursos oficiales y las declaraciones de las instituciones y su ejército de portavoces, que están listos a ofrecer citas hechas a la medida del cliente para la maquinaria mediática global, las 24 horas los siete días de la semana.

¿Por qué ello es aceptable? Una razón por la que la cobertura de Bruselas es uniforme obedece a que la mayoría de los medios mira a la UE a través de distintos lentes nacionales. Las historias periodísticas provenientes de Bruselas tienen poco significado salvo cuando son vistas en el contexto de la agenda política nacional de un país socio. Por ejemplo, el rotativo francés Libération recurrió a su personal de París para el análisis del referendo en Francia de 2005 sobre el Tratado de Lisboa. La nota europea era demasiado importante para dejársela a “Bruselas”.

Este fracaso para cubrir completamente la amplia agenda de la UE se debe, parcialmente, al comportamiento de la misma comunidad mediática, pero también a la propia naturaleza de la UE, que actúa como una barrera para el reportaje informado.

Debido a que las insituciones europeas no cuentan con una cultura de transparencia, el poder de las corporaciones empresariales puede ejercerse sobre ellas con una mayor secrecía (los cabilderos usarían la palabra “eficiencia”) que en otras capitales como Washington.

En Bruselas existe todavía una batalla para cifrar el número real de cabilderos, pero es seguro asumir que hay más de 10,000 operando alrededor de las instituciones de la UE, la mayor parte pagados por el poder corporativo y ocasionalmente a favor de organizaciones de la sociedad civil. Por su propia naturaleza, los cabilderos evitan el escrutinio público.

Distinguir quien hace lobby a favor o contra una política específica no es fácil. No existe un registro integral de cabilderos. Las compañías de lobby y las firmas de abogados no están obligadas a revelar información sobre a quién emplean, a qué empresas representan y cuánto gastan. No hay registro sobre qué políticas o borradores de legislación ha trabajado el lobby corporativo, y los cabilderos quieren mantener este sistema.

En Estados Unidos, en cambio, la US Honest Leadership and Open Government Act del 14 de septiembre de 2007  obliga a los cabilderos a informar sus actividades. La diferencia de enfoque es ilustrada por la página en internet OpenSecrets.org, la cual ofrece detalles sobre cómo varios grupos corporativos que realizan negocios en ambos lados del Atlántico logran cumplir con la ley estadunidense.

Ello significa que en Estados Unidos, incluso si los ciudadanos no tienen el tiempo o la inclinación de navegar en el banco de datos de los cabilderos, los periodistas pueden utilizarlo para encontrar información general sobre el cabildeo e indagar con más detalle. Nada de esto existe en Bruselas, donde los grupos corporativos tienen miedo de que tales reglas se impongan.

Si los periodistas no pueden obtener información de los mismos cabilderos, ¿entonces por qué no preguntar directamente a la Comisión Europea con quién se reúne y para discutir qué asuntos?

Los periodistas pueden llamar telefónicamente a los funcionarios de la Comisión Europea, pero las reglas internas les impiden hablar con los medios, a excepción de los funcionarios de alto rango dando entrevistas “on the record”. Se supone que los funcionarios deben remitir a los periodistas con los voceros, que son “la voz oficial de la Comisión Europea en sus relaciones con los medios”.

Como resultado, la información dura es diluida en una vasta operación de comunicación política: comunicados de prensa diarios previamente formateados, conferencias de prensa y varias fuentes internas de información que no ayudan a los periodistas de investigación a hacer su trabajo. Además de esta “caja de herramientas” estandarizada, varios corporativos organizan eventos en colaboración con la Comisión Europea: en diciembre de 2006, varias multinacionales del sector alimenticio colocaron “stands de información” dentro de la sala de prensa de la Comisión durante un encuentro acerca de la comida chatarra en la UE.

La API protestó vehementemente, señalando que “el uso del marco tradicional de la conferencia de prensa de la Comisión Europea con el objetivo de destacar los puntos de vista de líderes empresariales o compañías de un sector particular despierta cuestionamientos fundamentales sobre la política de comunicación de la Comisión Europea”.

El funcionamiento de las instituciones de la UE, la creación de un gran número de regulaciones y directivas y un medio ambiente de comunicación complejo, no hacen a la UE más comprensible. De hecho, es para tratar de dar sentido a esta jungla administrativa, legal y burocrática que necesitamos a los periodistas; los necesitamos para tener acceso a la información y la libertad de expresar opiniones críticas y analíticas.

Pero muchos cabilderos realmente no quieren que el resto del mundo sepa lo que está pasando. Ellos tienen sus propias agendas y, después de todo, su trabajo es ejercer influencia. Es por eso que varios cabilderos de la industria ofrecen a la UE promoción financiera en medios con el propósito de moldear a favor de sus intereses la presentación de los debates sobre poñíticas a legislar.

¿El público puede confiar en los medios cuando un “reportaje especial sobre energía” está patrocinado por grandes compañías petroleras?

¿Juega a favor del interés público que la sección de Salud de un sitio de internet  contenga publicidad de la Asociación de Cerveceros?

Esta suerte de confusión y mensajes mezclados infectan el trabajo de varios de los “portales de información” de Bruselas, como Euractiv.com. La mayoría de las secciones de tal sitio están patrocinadas por compañías. Sería improbable que los ciudadanos confiaran en sus medios nacionales si, por ejemplo, la sección de Medio Ambiente de un periódico fuera promocionada por una compañía petrolera global. ¿Entonces por qué deberían confiar en una fuente de información europea que utiliza métodos similares?

Cuando existe una falta de transparencia acerca de las actividades del lobby, y en particular sus relaciones con los medios, siempre existe el potencial de abuso. rara vez es claro quién está ejerciendo presión sobre quién.

El cabildeo no cambiará a menos que lo forcen a hacerlo. Después de todo, los cabilderos tienen sus propios intereses en mente. Pero los periodistas y los medios deben conocer más. Sus intereses son, en teoría al menos, el del público, y deben protegerse para no convertirse en las mascotitas y los amigos mimados del gran mundo corporativo.

En 2007, el Sindicato Nacional de Periodistas de Reino Unido (NUJ, por sus siglas en inglés) aprobó una resolución remarcando el papel que juegan los cabilderos sobre los medios en Bruselas. También instó a la investigación y a una campaña piloto para animar a los medios a firmar el Código de Conducta para el Peridismo y los Medios en Bruselas, la cual había sido lanzada por la Federación Internacional de Periodistas junto con la API y la oficina europea de la NUJ en 2004.

Algunos medios con corresponsalía en Bruselas ya han firmado este código de conducta, pero hay preguntas que persisten como la manera en que sea efectivamente implementado. Sería tiempo de volver a ese texto y ver cómo los medios lo han cumplido.

A menos que la auto-regulación de los medios pueda mantener una clara distancia entre el trabajo que hacen los periodistas y el trabajo que a los lobbistas les gustaría que hicieran, la noción del cuarto poder, con el periodismo actuando como un perro guardián del poder, será todavía más debilitada.

Un buen cabildero es alguien capaz de colocar su agenda política y un buen periodista es alguien capaz de investigar a los lobbistas. En Bruselas se puede estar seguro que se puede llegar a ser un buen cabildero, pero parace mucho más difícil poder llegar a ser un buen periodista.