ARCHIVO: Haití: Ecos de la tragedia

Haití, terremoto

BRUSELAS.- “Acabamos de sentir un enorme sismo. El más fuerte que se ha sentido en Puerto Príncipe. Las paredes se estaban cayendo. Estamos bien, pero recemos por aquellos que viven en los barrios más pobres.”

Ese fue el primer mensaje de Troy Liversay, un voluntario de la agrupación cristiana Heartline Ministries, tras el terremoto de 7 grados Richter que el martes 12 devastó en cuestión de segundos la capital de Haití.

(Artículo publicado en la edición del 18 de enero de 2010 de la revista PROCESO)

A través de la red social Twitter, Liversay registró durante las horas que siguieron la forma en que iba descubriendo la dimensión de la catástrofe. El estado de shock y de pánico es palpable en los primeros testimonios.

Los primeros balances de la tragedia fueron brutales: 100 mil muertos, según el primer ministro haitiano, Jean-Max Bellerive; entre 30 mil y 50 mil, de acuerdo al presidente René Préval; entre 45 mil y 50 mil, como informó la Cruz Roja Internacional, que habla también de 3 millones de damnificados.

Segundos después de su primer mensaje, Liversay escribió: “El teléfono y el internet no sirven. La radio dice que se cayó el palacio de gobierno.

“La gente está en la calle. Las réplicas de sismo continúan. Un vecino estaba en una escuela que se cayó.

“Otro vecino que regresó de Carrefour, un barrio pobre al sur de la ciudad, dice que vio muchos cadáveres y gente herida en el camino. Muchos edificios se derrumbaron.

“La gente está rezando en grupo en la calle… En este instante hay una fuerte 
réplica…”

El locutor de Radio 1 de Puerto Príncipe Pedre Carel comentó al periódico francés Libération que a la hora en que ocurrió el terremoto (4:53 de la tarde, hora local), él se encontraba en su automóvil atrapado en el tráfico.

“Sentí que mi coche se sacudió un poco. Eso duró entre seis y 10 segundos. Me percaté que muchos peatones se caían. Pensé que se trataba de un sismo normal. Continué a pie para ir a la estación y fue cuando me di cuenta de la magnitud del terremoto; había viviendas desplomadas por todos lados y mucha gente herida que pedía auxilio”, declaró Carel.

El haitiano Frantz Florestal narró al rotativo británico The Guardian la escena de terror que acababa de vivir: “Escuché un ruido similar al de una bomba que cae. Luego escuché un ruido bajo la tierra y todo comenzó a moverse, la gente corría y lloraba”.

El desplome masivo de los edificios provocó una densa nube de polvo. “No se podía ver nada –continúo Florestal–, se oscureció de pronto, y cuando el polvo se dispersó uno podía ver la caída del sol en el horizonte”.

Una crónica de la agencia francesa AFP describe un cuadro dantesco: “El centro de la capital se ha convertido en un inmenso campo de refugiados, donde centenas de miles de personas, en total oscuridad por el corte de electricidad, reclaman desesperadamente agua, comida y medicamentos. Barrios enteros son cementerios a cielo abierto”.

Primeras reacciones

Los saqueos a centros comerciales para abastecerse de víveres y otros desórdenes públicos comenzaron a proliferar en la capital de Haití, que se debatía inmerso en la tragedia provocada por el sismo.

El diario belga Le Soir recogió el testimonio de la propietaria de un hotel, quien explicó los rumores de que un tsunami se aproximaba. Después se supo que esa versión la difundieron grupos de delincuentes para provocar la huida de los habitantes y robarles sus pertenencias.

También hay saqueos de supermercados y disparos de armas de fuego, declaró a la agencia AFP Valmir Fachini, un activista de la organización brasileña Viva Río.

“Hemos escuchado numerosos balazos sin poder precisar de dónde provienen –expuso–. Los disparos son constantes y tengo la impresión de que son familias que intentan protegerse de los asaltantes.”

En tanto, el mencionado activista Liversay escribió en Twitter que se había unido, junto con otros voluntarios, a un grupo de enfermeras que improvisó una clínica en la calle.

Durante la primera noche, su mensaje fue el siguiente:

“Personas cantan himnos religiosos. Es una bella música en medio de una gran tragedia. El sol se ocultó poco después del sismo, ahora vuelve a salir.”

El miércoles 13, la luz del sol no hizo más que iluminar el desastre. Tania Lemaire, que se salvó de morir aplastada dentro de su pastelería, dijo al diario galo Libération que esa mañana había podido ver los cadáveres en las calles.

“Mujeres, niños, jóvenes. Hay muchas personas heridas, sobre todo niños muy pequeños. La gente está buscando atención médica, pero los hospitales no funcionan”, refirió.

La mujer aseguró que la población no había recibido ningún tipo de información por parte de las autoridades. Y comentó: “Durante la mañana hubo cuatro o cinco réplicas leves. El pánico ha dejado su lugar a la tristeza. Y también a la cólera: estábamos en plenos preparativos para el carnaval, no nos esperábamos esto”.

Ese mismo día, un comunicado de la oficina en Haití de la organización francesa Médicos Sin Fronteras (MSF) relató la dramática situación que su personal enfrentaba tan sólo en Martissant, una colonia pobre de la ciudad, apenas ocurrido el terremoto:

“Los pacientes son curados bajo carpas y el equipo médico debe hacer frente a una 
multitud de heridos. Ya hemos atendido a 300 o 350 personas, principalmente a causa de traumatismos y fracturas. Unos 50 pacientes presentaban quemaduras, a veces severas, provocadas por la explosión de los tanques de gas domésticos durante el derrumbe de los edificios.”

Hans Van Dillen, un coordinador de MSF, detalló que él había visto fracturas abiertas y heridas craneales, pero que no podía atenderlas porque no había medios quirúrgicos necesarios.

Un coordinador más de la misma organización, Stefano Zannini, exponía que la situación era “caótica”. Él mismo había visitado cinco clínicas; “la mayor parte” no funcionaban debido a los daños causados a los inmuebles por el sismo.

Otra organización civil francesa con un equipo en Puerto Príncipe, Action contre la Faim, alertó: “La urbanización anárquica de Puerto Príncipe, la pobreza endémica y la manera en que funciona el aprovisionamiento de agua en la ciudad hacen temer fuertes necesidades en términos de acceso al agua potable”.

Además –concluye–, las tasas elevadas de malnutrición crónica y la probable destrucción de las reservas alimenticias “inquietan igualmente a nuestros equipos en el lugar, tomando en cuenta que ya se notan desbordamientos populares”.