ARCHIVO GLOBAL: La anticruzada

El predicador más influyente de la comunidad musulmana en Dinamarca, Ahmed Abdel Rahman Abú Labán, inició una gira por varias naciones árabes para reclamar acciones contra las caricaturas sobre Mahoma que difundió el diario danés Jyllands-Posten. Algunos gobiernos, como el de Siria o el de Irán, aprovecharon la campaña de Abú Labán y, cuatro meses después de publicados los cartones, apoyaron manifestaciones de protesta en sus territorios para fortalecerse ante Occidente.

(Artículo publicado en la edición del 12 de febrero de 2006 de la revista PROCESO)

BRUSELAS.- La publicación el pasado 30 de septiembre de 12 caricaturas del profeta Mahoma en el diario danés Jyllands-Posten dio lugar a una de las campañas  de manipulación más efectivas  de la diplomacia islámica radical.

El objetivo es doble: incitar las masivas protestas contra Occidente y fortalecer a los gobiernos antioccidentales en Irán, Siria y otros países de Medio Oriente.

Detrás de la operación de cabildeo que terminó por inflamar las protestas –y que, hasta el jueves 9, habían costado la vida de una decena de personas en Afganistán, Líbano, Somalia y Turquía– está un palestino de 60 años: Ahmed Abdel Rahman Abú Labán.

Se trata del predicador más influyente de la comunidad musulmana en Dinamarca, país al que emigró en 1984. Por sus duras posiciones sobre el Islam, los Emiratos Árabes  y Egipto, donde estudió ingeniería mecánica, lo declararon persona non grata.

Durante los años noventa, fue traductor y asistente de Talaal Fouad Qassimy, líder de Gamaa Islamiya, una organización terrorista cuyo objetivo era imponer la ley islámica o sharia en Egipto. Su líder espiritual, Shaykh Umar Abd al Rahman, fue sentenciado en 1996 en Estados Unidos a cadena perpetua por su participación en el atentado al World Trade Center de 1993.

Abú Labán está en contra de cualquier negociación de paz con Israel, lo que le granjeó la simpatía de los sectores fundamentalistas, incluyendo al reciente vencedor en las elecciones palestinas, el grupo terrorista Hamas, y a los muy conservadores gobiernos sirio e iraní.

Cuando el diario Jyllands-Posten publicó las caricaturas sobre Mahoma, Abú Labán la consideró una “provocación calculada” y lanzó su estrategia: el ataque múltiple.

Cabildeo

El pasado 14 de octubre, dos semanas después de la publicación de las caricaturas, Abú Labán convocó a una manifestación de protesta en Copenhague. Al mismo tiempo, impuso junto con otras organizaciones una demanda contra el diario por violar las secciones 140 y 226b del Código Criminal danés, que castiga la “ridicalización” o el “insulto de dogmas” de las comunidades religiosas en el país, así como la “diseminación” de informaciones que “degraden, amenacen o insulten” a otra persona por su religión. La policía danesa inició una investigación el 27 de octubre.

Cuando la manifestación se efectuó en Copenhague, Abú Labán ya tenía en la bolsa una carta de apoyo de los embajadores de los países musulmanes acreditados en Dinamarca, entre ellos los de Irán, Palestina, Egipto, Turquía, Pakistán, Indonesia y Bosnia-Herzegovina.

El 20 de octubre, los embajadores enviaron esa carta al primer ministro danés, el liberal Anders Fogh Rasmussen. Además, le solicitaron una audiencia y le pidieron tomar medidas contra el Jyllands-Posten. Rasmussen rechazó ambas peticiones. “Como primer ministro, no puedo, y no quiero, imponer límites a la prensa”, señaló, invitándolos muy cortesmente a poner una demanda en los tribunales de justicia si se habían sentido ofendidos por las caricaturas.

El predicador radical no podía hacer nada más en Dinamarca. El gobierno, además, acababa de presentar el 19 de septiembre un plan de disuasión hecho a su medida: amenazó con endurecer todavía más las condiciones de residencia de los “líderes religiosos”, obligándolos a hablar danés, comprobar su solvencia económica y respetar “los valores occidentales”.

Entonces Abú Labán exportó el problema. El 18 de noviembre, anunció que visitaría a personalidades religiosas y políticas de Egipto, Arabia Saudita, Qatar, Líbano, Bosnia-Herzegovina, Pakistán y otros países, con la intención de contar los sucedido en Dinamarca y pedir “solidaridad”.

“Queremos internacionalizar el asunto para que el gobierno danés se dé cuenta de que las caricaturas no sólo ofendieron a los musulmanes de Dinamarca, sino también a los de todo el mundo”, declaró ese día a Islam On Line.

“Hay más de mil 300 millones de musulmanes y montones de organizaciones musulmanas por todo el mundo. Pertenecemos a la misma fe y compartimos la misma visión”, continuó.

Así, mientras Occidente pensaba en las fiestas navideñas, Abú Labán emprendió el viaje con una delegación de sus simpatizantes. Sus visitas contaron con una amplia cobertura de la cadena de televisión Al-Jazeera y de otros medios de comunicación. Su mensaje comenzó a penetrar en las poblaciones musulmanas.

Además, pidió a poyo a tres hombres clave: al secretario general de la Liga Árabe, Amr Moussa; al gran muftí de Egipto y gran sheik de la mezquita de El Cairo, Shaikh Alí Gomma –considerado el más erudito  de los estudiosos de la ley islámica–y a la máxima autoridad del islamismo sunnita, Mohammed Sayed Tantawi.

Los resultados fueron inmediatos. Antes de finalizar el año, tanto la Liga Árabe como la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) expresaron condenas al más alto nivel.

Es más, el embajador egipcio ante la OCI, Mohab Nasr Mostafa Mahdy, declaró en diciembre que en la “iniciativa colectiva”, la diplomacia de su país estaba jugando “un papel dirigente” y anunció que, después de un acuerdo con el gobierno de Líbano, suspenderían todo diálogo sobre derechos humanos con los daneses en foros internacionales.

A principios de enero, ocurrieron en Pakistán las primeras manifestaciones violentas.

“Manipulación”

El 12 de enero, el diario danés Ekstra Bladet reveló el método utilizado por Abú Labán para lo grar la movilización: había distribuido en Dinamarca y en las altas esferas de los gobiernos musulmanes un expediente de 43 páginas con información amañada.

En un documento presentaba tres imágenes suplementarias, mucho más fuertes, que la delegación de Abú Labán atribuyó al Jyllands-Posten para ilustrar la supuesta atmósfera de odio en Dinamarca hacia los musulmanes. Una de ellas, que muestra a un hombre barbudo con hocico y orejas de cerdo –supuestamente la representación de Mahoma–, era en realidad un concursante en un torneo agrícola captado por un fotógrafo de Associated Press en agosto pasado.

Las otras figuras añadidas por el predicador muestran a Mahoma como un “pedófilo democio”, y a un musulmán en posición de rezo siendo violado por un perro.

Akhmad Akkari, vocero del Comité Europeo para el Honor del Profesta, quien acompañó a Abú Labán en su viaje, reconoció ante la prensa danesa que tales imágenes fueron parte del expediente de campaña.

Se conjugaron entonces hechos e intereses. El 6 de enero, el procurador regional de Viborg determinó que no había delito alguno en las caricaturas del Jyllands-Posten. Basó su dictamen en la defensa de la libertad de expresión.

Cuatro días después, la revista noruega Magazinet –de corte cristiano y con un tiraje de 5 mil ejemplares– reprodujo las caricaturas. Lo mismo hicieron otros diarios y revistas europeos.

Las protestas estallaron en todo el mundo musulmán. El 30 de enero, hombres armados asaltaron la oficina de la Comisión Europea en Gaza; el 4 de febrero, un grupo de manifestantes prendió fuego a las embajadas de Dinamarca, Chile y Suecia en Damasco; al día siguiente fue incendiado el consulado danés en Beirut; el 6 de febrero, la embajada de Austria –que preside la UE– y la danesa fueron atacadas con cocteles molotov en Teherán; dos días después, las tropas noruegas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte fueron agredidas en Maymana, Afganistán.

“En todas estas manifestaciones hay una evidente manipulación. La polémica alrededor de las caricaturas es un elemento que ha servido de ‘pegamento social’ a los gobiernos de países árabes con población musulmana que se hallan en dificultades y no quieren ser desbordados por la oposición moderada. Las protestas de Siria y Líbano, por supuesto, fueron organizadas por sus respectivos regímenes”, señala Agnés Levallois, directora de Radio Monte Carlo Medio Oriente, una de las expertas francesas más reconocidas en la materia.

Agrega que para el gobierno sirio de Bashar al Asad, esta es una oportunidad para “quitarse la presión” a la cual lo somete la Organización de las Naciones Unidas (ONU) desde el 14 de febrero del año pasado, cuando fue asesinado el primer ministro libanés Rafik Hariri. Una comisión de la ONU continúa investigando el crimen, en el que estuvieron involucrados pficiales de seguridad sirios.

“El mensaje de Al Asad es: ‘El movimiento islamista antioccidental está presente en Siria y puede activarse. Sólo un poder fuerte es capaz de controlarlo y de impedir toda equivocación. De lo contrario, se garantizará el caos y sus llamas van a alcanzar forzosamente a Líbano'”, explica Nagib Aoun, redactor en jefe del diario libanés L’Orient.

El gobierno de Teherán, por su parte, sufre presiones internacionales a causa de su programa nuclear. De hecho, los países miembros de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) decidieron enviar su caso al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, dada la renuencia iraní a abandonar sus planes en ese rubro.

Agnés Levallois añade un elemento clave: la composición autoritaria de tales regímenes hace impensable una manifestación sin el permiso de la autoridad y la protesta del pasado 6 de febrero en Teherán ofrece una prueba: públicamente la convocó la organización Basij, una fuerza paramilitar de voluntarios iraníes bajo control de las Guardias Revolucionarias Islámicas. Su líder es el presidente ultraconservador Mahmoud Ahmadinejad.

Los miembros de Basij –que oficialmente está conformada por uno de cada siete iraníes– se identifica con el discurso incendiario del presidente y se caracterizan por realizar manifestaciones violentas.

Otra evidencia: el concurso de caricaturas sobre el Holocausto al que ha convocado el diario iraní Hamshahri para este martes 13 de febrero. el periódico es propiedad de la municipalidad de Teherán –gobernada por aliados del presidente Ahmadinejad–, lo mismo que el centro de exposiciones donde se piensan exhibir las obras.

Casos similares se repiten en los países vecinos. Según despachos de prensa europeos, las concentraciones en El Cairo fueron encabezadas por el jeque de Al-Azhar, uno de los personajes que Abú Labán visitó en diciembre.

Otra aguerrida manifestación que tuvo lugar en la población iraquí de Kut, a 175 kilómetros al sur de Bagdad, fue convocada por el radical chiita Moqtada Sadr. La agencia AFP detalló que éste enarbolaba el Corán y una pancarta en la cual pedía a las autoridades religiosas emitir una fatwa (condena religiosa) para “eliminar a los caricaturistas”.

En Afganistán, grupos sobrevivientes del antiguo régimen talibán han sido señalados como los provocadores de los enfrentamientos con las fuerzas de la OTAN.