Europa: La muerte de Carlo, el altermundialista

BRUSELAS (apro).- La fotografía dio la vuelta al mundo: en medio de un charco de sangre, Carlo Giuliani, un muchacho de 23 años, yacía muerto con un balazo en el rostro.

En otra fotografía, también memorable, aparece en la parte trasera de un jeep policíaco el carabinieri Mario Placanica, de 20 años, que apunta con su pistola Beretta 9 milímetros en dirección de Carlo, a quien se observa aproximarse enérgicamente al vehículo cargando un extintor de fuego.

(Artículo publicado el 4 de septiembre de 2009 en la sección Prisma Internacional de la Agencia PROCESO)

Eran las 5 de la tarde con 27 minutos del 20 de julio de 2001.

La muerte de Carlo significó el corolario de las violentas manifestaciones de ese día contra la cumbre del G-8 que tenía lugar en Génova, Italia; pero también representó la primera víctima mortal de la creciente represión de las fuerzas del orden contra las masivas movilizaciones callejeras que habían comenzado los grupos antiglobalización el 30 de noviembre de 1999 en Seattle, Estados Unidos, durante la reunión ministerial de la Organización Mundial de Comercio.

La familia de Carlo acusó el “uso desproporcionado de la fuerza” por parte de las fuerzas de seguridad; “la ausencia de auxilio inmediato” a su hijo, “que le infligió sufrimientos equivalentes a tratos inhumanos y degradantes”; y “el fracaso de las operaciones de mantenimiento y restablecimiento del orden público” el día de los acontecimientos.

No obstante, el 5 de mayo de 2003, la justicia italiana concluyó que Placanica había tirado al aire sin la intención de matar a Giuliani, y que, de todas maneras, el carabinieri lo único que había hecho era defenderse.

Los padres de Carlo, Giuliano Giuliani y Adelaide Gaggio, y su hermana Elena, habían recurrido desde el 18 de junio de 2002 a la Corte Europea de Derechos Humanos (CEDH), la que decidió admitir la demanda el 6 de febrero de 2007.

A más de 8 años del fallecimiento de Carlo, finalmente el pasado 25 de agosto la CEDH determinó que Placanica actuó en legítima defensa, por lo que no hubo violación al artículo 2 de la Convención Europea de Derechos Humanos. Por tanto, no hubo “uso excesivo de la fuerza” ni omisión de “las obligaciones positivas del Estado de proteger la vida”.

Sin embargo, la CEDH falló contra el Estado italiano, pues consideró que sus órganos de justicia incumplieron las “obligaciones de procedimiento” del caso, que también derivan del artículo 2 de la citada convención. La razón: no esclarecieron si la muerte del manifestante fue consecuencia directa de la incorrecta planeación y conducción del despliegue de las fuerzas de seguridad. Por ello, la CEDH condenó a Italia a pagar 15 mil euros a cada uno de los padres de Carlo, y 10 mil euros a su hermana.

Caos policíaco

En el fallo del 25 de agosto pasado, la CEDH presenta una detallada cronología de los hechos, los cuales revelan una lamentable cadena de errores policíacos.

“La mañana del 20 de julio de 2001, grupos de manifestantes particularmente agresivos, cubriéndose el rostro con pasamontañas o paliacates (el Black Bloc) había provocado numerosos incidentes y choques con las fuerzas del orden. Alrededor de la 1:30 p.m. la marcha de los Tute Bianche (los monos blancos) estaba lista para salir del estadio Carlini. Esta manifestación involucraba a representantes del movimiento ‘No Global’ y de centros comunitarios, y jóvenes comunistas del partido Rifondazione comunista.

Prosigue:

“Aunque era una protesta no violenta, habían anunciado un objetivo estratégico: intentar penetrar la zona roja. Por esa razón, el jefe de la policía de Génova decidió el 19 de julio de 2001 prohibir que la marcha entrara a la zona roja o a la zona adyacente a ésta, y desplazó elementos de seguridad para detener la marcha en Piazza Verdi. Los manifestantes podían partir del estadio, marchar por la Vía Tolemaide y llegar a la Piazza Verdi, mucho más allá del entronque de la Vía Tolemaide y Corso Torino, donde tuvieron lugar los trágicos acontecimientos.”

Continúa:

“A la 1:30 la marcha se detuvo y se dirigió lentamente al oeste. Los manifestantes estaban calmados y de buen humor, al menos hasta que vieron columnas de humo, que venían de Vía Canevari, y un automóvil ardiendo sobre Vía Montevideo, en cuyo punto se tensó el ambiente. Había señales de que comenzaban algunos desórdenes en el área alrededor de la Vía Tolemaide. La marcha era encabezada por un grupo conformado por políticos y periodistas que cargaban sus cámaras. La marcha comenzó a avanzar lentamente e hizo algunas paradas. Más atrás, ya había incidentes entre personas encapuchadas y la policía. La marcha llegó al túnel ferroviario en el entronque con la calle Corso Torino. De pronto, un grupo de carabinieri, bajo el mando del señor Mondelli, comenzó a lanzar a los manifestantes gases lacrimógenos.”

Mondelli, abunda el documento de la CEDH, era el comandante de la Compañía Alpha de los carabinieri.

“Mondelli –explica— había informado a su cuartel central que su radio sólo podía recibir mensajes, y que no disponía de una persona que conociera bien las calles de Génova. Él estaba sobre la Piazza Tommaseo con 200 carabinieri equipados con los nuevos toletes tonfa, escudos, granadas de gas lacrimógeno de tipo CS y cañones para lanzarlos, así como trajes contra fuegos y equipo para combatir incendios.

“A las 2.29 p.m., el centro de comunicaciones le ordenó a Mondelli ir rápidamente a Piazza Giusti, ya que la marcha se encaminaba a Corso Gastaldi. A pesar de haber tres rutas posibles a su destino, él escogió la que ponía a su compañía en riesgo de cruzar el camino de la marcha, llevándola por Vía Invrea hasta la intersección con Corso Torino. Minutos antes de las 3 p.m. los carabinieri, encontrándose en el camino de los manifestantes, atacaron la marcha, primero usando gases lacrimógenos y luego avanzando y utilizando sus toletes.”

La marcha se replegó hacia el este. La carga policíaca duró dos minutos. El ataque “no había sido ordenado por el centro de mando de los carabinieri o por la persona autorizada a hacerlo –dice la CEDH–. Los carabinieri empujaron a los manifestantes a la esquina con Vía Invrea, donde éstos se dispersaron: algunos huyeron hacia la costa, mientras que otros buscaron refugio en Vía Invrea y después en el área de Piazza Alimonda. Varios de ellos respondieron: recogieron objetos contundentes como botellas de vidrio o depósitos de basura y comenzaron a arrojarlos a los oficiales.

“Vehículos blindados se unieron a los carabinieri conduciendo por la Vía Casaregis y la Vía Invrea a alta velocidad, destrozando los obstáculos y haciendo huir a los manifestantes. A las 3:22 con 52 segundos el centro de mando le ordenó a Mondelli retirarse del lugar y dejar pasar a la marcha (…) Aproximadamente a las 5 p.m. la presencia de un grupo de manifestantes aparentemente muy agresivo fue observado, entre otros, por el batallón Sicilia, que consistía de 50 carabinieri estacionados cerca de la Piazza Alimonda. El oficial de policía Lauro les ordenó cargar contra los manifestantes. Los carabinieri cargaron a pie, seguidos por dos jeeps encargados de proteger la retaguardia. Momentos después, los manifestantes lograron contrarrestar el ataque. Los carabinieri huyeron de forma desordenada, dejando abandonados los dos jeeps de defensa.”

Piedra asesina

Los dos jeeps en cuestión quedaron bloqueados uno contra otro en la Piazza Alimonda. Cuando pudieron separarse, la maniobra errática de uno de los conductores provocó que su vehículo quedara otra vez bloqueado por un pesado contenedor de basura.

Un grupo de manifestantes, armados con piedras, palos y barras metálicas, se aproximó al jeep. Todas las ventanillas de la parte trasera del vehículo estaban destrozadas.

“Los manifestantes –detalla la CEDH– proferían insultos y amenazas a los ocupantes del jeep, y lanzaban piedras al vehículo. Había tres carabinieri en su interior: Mario Placanica, Filippo Cavataio y Dario Raffone. Placanica era un carabinieri entrenado en el uso de granadas. No se sentía bien por efecto de los gases lacrimógenos lanzados durante los enfrentamientos con los manifestantes, por lo que el Capitán Cappelo (comandante de la compañía ECHO del contingente di contenzione e intervento resolutivo) le había permitido montar al jeep con el propósito de alejarlo de los enfrentamientos.”

El documento expone que “agachado en la parte trasera del jeep, herido y temblando de pánico, Placanica se protegía con un escudo y les gritaba a los manifestantes que se fueran o que ‘los mataría'”.

“Placanica –sigue el relato de la CEDH– desenfundó su pistola Beretta 9 milímetros, apuntó en dirección de la ventana trasera rota y, después de unos diez segundos, disparó dos veces. El primer disparo impactó en la cara de Carlo Giuliani, debajo del ojo izquierdo, hiriéndolo gravemente. Él estaba a unos cuantos metros de la parte trasera del jeep y acababa de cargar un extintor vacío. Carlo cayó al suelo cerca de la llanta trasera izquierda del vehículo.

“Filippo Cavataio (de 23 años y con apenas 22 meses en servicio) logró arrancar el motor y, en in intento por mover el vehículo de ahí lo echó en reversa, arrollando el cuerpo de Carlo. Metió primera y volvió a pasar el vehículo por encima del cuerpo (…) Pocos metros después, el sargento mayor carabinieri, Amatori, tomó el control del jeep, ya que ‘el conductor estaba en estado de shock‘.”

Un manifestante –que la CEDH identifica con las iniciales J.M.– fue el primero en acercarse al cuerpo del activista. Observó que perdía mucha sangre por el orificio de la herida, y notó que “el pulso de Carlo era muy rápido y débil”. De inmediato llegaron al lugar varios policías y carabinieri que dispersaron a los manifestantes. A las 5 de la tarde con 27 minutos y 25 segundos la policía llamó a una ambulancia. Un doctor declaró la muerte de Giuliani sobre el sitio.

Al día siguiente por la tarde tuvo lugar la autopsia de Giuliani, posteriormente cremado por decisión de sus familiares. Los médicos forenses presentaron su informe el 6 de noviembre de 2001: la herida de bala era tan severa que resultaba mortal en unos cuantos minutos; las heridas derivadas del atropellamiento habían sido insignificantes.

El procurador italiano ordenó tres reportes balísticos. El tercero de éstos fue realizado por un panel de cuatro expertos y fue presentado el 10 de junio de 2002. Tal reporte encontró en el cráneo de Giuliani “una pieza opaca de metal que parece un fragmento del revestimiento de la bala”. A partir de ello, el reporte establece la hipótesis de que la bala no impactó directamente contra Carlo y que “encontró un objeto intermediario que podría haber distorsionado la bala y frenarla antes de que impactara en el cuerpo de la víctima”.

El reporte indica que se encontraron micro-fragmentos de plomo en la parte delantera y trasera del pasamontañas que portaba Carlo, lo que confirmaba, según el reporte, la hipótesis de que la bala había perdido parte de su revestimiento al momento del impacto. También se habría hallado una sustancia “usada en la industria de la construcción”.

Así, después de analizar videos y hacer simulacros por computadora, los expertos concluyeron que la bala del carabinieri había impactado en una piedra lanzada al jeep por otro manifestante antes de penetrar en el cráneo de Giuliani.

Las autoridades italianas defendieron tal hipótesis ante los tribunales.