A UN AÑO DE FUKUSHIMA: Pronósticos que aterran

La emergencia que vive Japón por los daños que el terremoto y el tsunami del viernes 11 ocasionaron en la central nuclear de Fukushima era de esperarse, afirman especialistas japoneses. Aseguran que la corrupción y los arreglos poco claros entre el gobierno nipón y las empresas generadoras de electricidad prepararon el terreno para esta catástrofe, que, según algunos expertos, podría superar a la de Chernobil. 

(Artículo publicado en la edición del 19 de marzo de 2011 de la revista PROCESO) 

BRUSELAS.- Los peores pronósticos de una catástrofe nuclear en Japón se están cumpliendo.

La poca información oficial disponible hasta el jueves 17 indica que la planta nuclear de Fukushima –golpeada por un sismo de 8.9 grados Richter y un tsunami el pasado viernes 11– experimentaba múltiples fusiones y la piscina del reactor número 4 estaba casi seca, por lo que liberaba altas cantidades de radiación.

Los medios europeos ya hablan de una posible “megacatástrofe” comparable o superior a la de Chernobil.

Especialistas en la materia ya lo esperaban. Equipos vetustos, corrupción, intereses comerciales desaforados… la tragedia de Fukushima era cuestión de tiempo, consideran.

El 11 de agosto de 2007, el sismólogo japonés Ishibashi Katsuhiko advirtió: “Si Japón no toma medidas radicales para reducir la vulnerabilidad de sus centrales nucleares ante los sismos, el país podría vivir una verdadera catástrofe nuclear en el futuro próximo”.

Katsuhiko había renunciado un año antes al panel que fijó las normas sísmicas –en vigor desde septiembre de 2006 para las centrales nucleares japonesas– porque tales medidas no eran suficientemente estrictas y subestimaban la fuerza sísmica.

“Sin importar su localización”, dijo, “cualquier planta nuclear debe ser diseñada para soportar por lo menos la aceleración de un sismo de una magnitud de 7.3 grados, es decir aproximadamente mil unidades gal”.

La norma actual autoriza plantas nucleares resistentes apenas a 450 unidades gal. Ese límite ya fue superado por varios sismos: el que sacudió la central nuclear de Onagawa, al norte de Fukushima, en agosto de 2005; el de Shika, en marzo de 2007 y el de Kashiwazaki-Kariwa, en julio del mismo año.

Más recientemente, el pasado 16 de julio, el Centro Ciudadano de Información Nuclear (CNIC, por sus siglas en inglés), una organización pública con sede en Tokio, también alertó sobre los riesgos en esas centrales.

En un reporte, ese organismo expuso el caso de los siete reactores de la estación de energía más grande del mundo, la de Kashiwazaki-Kariwa, afectada el 16 de julio de 2007 por un sismo de 6.8 grados Richter que azotó la región de Niigata con saldo de cinco muertos y 2 mil 300 heridos.

“Fue pura buena suerte que tras el sismo no se hubiera escapado más líquido radioactivo”, observó el CNIC, que denunció el peligro de activar otra vez los reactores.

La prefectura de Niigata estableció dos subcomités de expertos para medir el impacto del terremoto en la planta, explicó el CNIC. Uno evaluó la integridad y la seguridad sísmica de los reactores; el otro, las condiciones del suelo.

“Este último subcomité”, dice el organismo japonés, “advirtió del peligro de que otro terremoto, incluso más fuerte que el de 2007, pudiera golpear la planta en el futuro. La población debe estar preparada para enfrentar la posibilidad de otro desastre”.

El documento del CNIC –firmado por sus directores Hideyuki Ban, Baku Nishio y Yukio Yamaguchi– añade:

“Pese a lo anterior y antes de sacar cualquier conclusión científica, juicios apresurados han permitido reactivar varios de los reactores. Las operaciones comerciales se reanudaron en las unidades seis y siete. Ello se autorizó aun antes de que finalizara el debate sobre la seguridad de la planta. La unidad uno, el reactor más viejo y el que fue más sacudido y dañado por el temblor, según inspecciones visuales, comenzó pruebas de arranque el 11 de mayo de 2010 sin una discusión de fondo y sin llevar a cabo un foro público.”

El Comité Técnico de la prefectura de Niigata le solicitó a la Compañía de Energía Eléctrica de Tokio (Tepco, por su acrónimo en inglés), la misma que opera los reactores de Fukushima, que probara con datos la resistencia de las válvulas y otros equipos del reactor uno. Pero la empresa presentó información de un proyecto de investigación de marzo de 1983 y, por lo tanto, fue rechazada.

No obstante, el pasado 21 de julio el Comité Técnico le dio permiso a la Tepco de reanudar las operaciones comerciales de la central de Kashiwazaki-Kariwa.

Criterios obsoletos 

El programa nuclear japonés tiene más de 40 años y en la actualidad la tercera parte de la energía eléctrica de Japón tiene ese origen. En 1990, 55% de los japoneses estaba a favor de la energía nuclear, pero esa cifra había caído a menos de 20% antes del accidente de Fukushima.

El hecho se explica en la pesadilla en la que se ha convertido la aventura nuclear japonesa.

El peor accidente atómico después de Chernobil –el 26 de abril de 1986 y del que nunca se informó el número de víctimas fatales– ocurrió el 30 de septiembre de 1999 en la planta japonesa de Tokaimura, cerca de Tokio: un mal manejo del equipo causó una sobrecarga de uranio y cientos de miles de personas estuvieron en riesgo de contaminarse.

Además en 2002, la Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial de Japón (NISA, por sus siglas en inglés) descubrió que la Tepco –la productora de energía eléctrica más importante de ese país– había falsificado 29 reportes de inspección de sus plantas y manipuló varias videocintas a fin de ocultar las grietas de las coberturas de las vasijas en 13 de los 17 reactores que opera, entre ellos los seis de Fukushima I y los cuatro de Fukushima II.

El presidente y cuatro ejecutivos de la firma fueron despedidos, pero el escándalo alimentó la impopularidad de la energía nuclear.

En un cable de 2008, filtrado por WikiLeaks, un influyente político japonés, Taro Kono, informó a los diplomáticos estadunidenses que el Ministerio de Economía, Comercio e Industria de su país –responsable de la energía nuclear– “había estado enmascarando accidentes nucleares y ocultando los verdaderos costos y los problemas asociados con la industria nuclear”.

Otro documento filtrado por WikiLeaks y publicado el jueves 17 por el diario británico The Telegraph reveló que en 2008 un funcionario no identificado de la Agencia Internacional de la Energía Atómica le hizo notar al gobierno japonés, durante una reunión del grupo de seguridad nuclear del G-8 en Tokio, que sus criterios en materia nuclear eran “obsoletos”.

El mismo funcionario planteó que los sismos recientes habían sobrepasado los límites previstos para ciertas centrales nucleares en Japón, edificadas para soportar terremotos de una magnitud máxima de 7 grados.

La única respuesta del gobierno japonés fue crear un centro de urgencias en Fukushima.

Intereses

El pasado 14 de junio, la NISA presentó un reporte del estado de las 54 plantas nucleares de Japón. Casi la mitad tenía algún problema de diversa gravedad.

En su evaluación, la NISA reportó incidentes “inaceptables” en las plantas Shimane 1 y 2, en otras 21 halló incidentes que consideró “de seriedad” y en dos más encontró desperfectos que requerían de vigilancia en inspecciones futuras. Otras 19 tuvieron “incidentes menores” que no ameritaban un control riguroso. Únicamente 10 no tuvieron problemas.

Pero entre abril de 2009 y marzo de 2010, el CNIC contabilizó 36 “incidentes mayores” en instalaciones nucleares japonesas, dos de éstos en Fukushima.

El 6 de abril de 2009, en Fukushima I-3 fallaron los trabajos para restaurar una unidad de control hidráulico; meses después, el 15 de octubre, en Fukushima II-4 se redujo inesperadamente la energía cuando se apagó una bomba de circulación en el reactor.

Pero los casos más preocupantes, todos durante 2009, fueron aquellos en los que hubo fuga de material radiactivo: el 6 de abril en las instalaciones de reprocesamiento de la planta de Tokai, seis días después en el complejo Shika-2, el 23 de julio en Kashiwazaki-Kariwa-7, el 6 de octubre en Fugen, el 22 de octubre en la planta de reprocesamiento de Rokkasho y el 1 de diciembre en Hamaoka-3.

Los documentos del CNIC están llenos de historias que permiten adentrarse en la ineficacia de los mecanismos de seguridad nuclear de Japón:

El 28 de octubre, el Comité Técnico de la prefectura de Niigata discutió si era conveniente, en términos de seguridad, reiniciar las operaciones del reactor 5 de la central de Kashiwazaki-Kariwa (operada por la Tepco), severamente afectada por el terremoto del 16 de julio de 2007.

Yukio Yamaguchi, codirector de CNIC refiere en su reporte: “Se tenía programado que la reunión durara dos horas y media pero sólo duró una hora y cuarto. El único tema sustancial que se discutió fue si las obras para fortalecer la resistencia sísmica de la vasija del contenedor eran o no suficientes para garantizar la seguridad. Motoe Suzuki, miembro del comité, sugirió que de hecho se incrementaba el peligro”.

Continúa: “Un reporte que resumía los principales puntos de discusión fue elaborado por el Subcomité de Calidad del Equipo y Seguridad Sísmica, organismo del Comité Técnico. Ese reporte fue fruto de nueve borradores e implicó discusiones considerables, pero los miembros del Comité Técnico no expresaron ninguna opinión sobre las cuestiones expuestas en él. El presidente del Comité Técnico preguntó: ‘¿En ese caso podemos concluir que no hay problemas de seguridad?’ Su pregunta fue respondida con un silencio aprobatorio y se pasó al siguiente punto de la agenda. Fue realmente increíble”.

Yamaguchi dice que, en el reporte enero-febrero de este año, se informa de una fuga radiactiva ocurrida el 10 de septiembre de 2010 en Kashiwazaki-Kariwa-7, donde ya se había registrado un hecho similar el 23 de julio anterior.

Advirtió: “La Tepco sigue operando el reactor con una fuga en el ensamblaje de alimentación, incluso si no ha determinado el origen del problema. Desde entonces el nivel de radiactividad que registra el monitor de corte de gas sigue fluctuando alrededor de las 10 unidades por segundo o cps”. Una lectura normal, recuerda Yamaguchi, no debe superar 1 cps.

Y relata: “Masahiro Koiwa, miembro del Comité Técnico, abordó este asunto en la reunión del Subcomité de Calidad del Equipo y Seguridad Sísmica que tuvo lugar el 13 de diciembre. La Tepco admitió que una pequeña cantidad de radiactividad seguía fugándose del reactor. Incluso si la cantidad no es muy grande, llama la atención que la Tepco tuviera que ser obligada a reconocer que está permitiendo la operación de un reactor con fugas radiactivas”.

El 6 de mayo de 2010 volvió a funcionar el Prototipo de Reactor Rápido de Neutrones de Monju, desarrollado por la Agencia de Energía Atómica de Japón (JAEA, por sus siglas en inglés). Este reactor había sido apagado el 9 de diciembre de 1995 tras una fuga de sodio y un incendio provocados por errores de diseño. Su mantenimiento costaba al erario 700 mil dólares diarios.

Hideyuki Ban, codirector del CNIC, narra que el día en que se puso nuevamente en marcha el reactor sonó una alarma de fuga radiactiva. Al día siguiente, la alarma ya había sonado siete veces.

Ban explica en su reporte: “La parte superior del reactor está cubierta con gas argón. Los detectores toman muestras de ese gas para detectar ligeras fugas de radiactividad viniendo del combustible nuclear. Como toma tiempo detectar la radiactividad, tres detectores operan consecutivamente para conseguir una medición continua. Una alarma se activó cuando uno de esos detectores funcionó mal. Pero la JAEA siguió operando la planta con dos detectores. El 9 de mayo, un segundo detector se atrofió”.

La agencia nuclear japonesa propuso entonces otro método de detección centrado en los ensamblajes de alimentación nuclear. La NISA lo aceptó, a pesar de que tal sistema, señala el experto japonés, es “mucho menos preciso”.

Agrega: “La JAEA dice que el problema se debía a un ‘ruido eléctrico’, pero era sólo una presunción. El hecho es que no se ha determinado la causa. La JAEA dijo que reemplazaría la computadora pertinente por otra más rápida, pero el 11 de junio una alarma sonó indicando que la transmisión de la nueva computadora era muy lenta. El 8 de junio, el diario Denki Shimbun reportó que hasta la una de la tarde del 6 de junio habían sonado 620 alarmas.

“Hay que recordar también que el equipo fue instalado hace 18 años. Muchas alarmas se activan porque el equipo está deteriorado. Esta situación demuestra que hay serios problemas con los sistemas de control de calidad y capacidades de la JAEA.”