DEL ARCHIVO GLOBAL: Al abordaje

La piratería de bienes y servicios vía internet lucha por su legalización. Como parte de su estrategia, irrumpió ya en la escena política: este domingo 17, durante las elecciones le­gislativas en Suecia, se presenta por primera vez el Partido Pirata. Producto de un intenso debate público provocado por el cierre policiaco del sitio en internet Bahía Pirata -que fue concebido en la Ciudad de México-, este partido podría ganar 17 escaños en el Parlamento, y desafiar a las trasnacionales de la cultura y el entretenimiento.

(Artículo publicado en la edición del 17 de Septiembre de 2006 de la revista PROCESO).

BRUSELAS.- “Pirate Bay está de regreso. Y esta vez está disparando con sus más gran­des cañones, ¡y en tu cara, Hollywood!”.

La ovación de centenares de jóvenes estalló en una céntrica calle de Estocolmo, la capital sueca.

Era la mañana del pasado 3 de junio, cuando Fredrik Neij, un carismático programador de computación de 28 años, anunció la “reapertura” en internet de Pírate Bay (Bahía Pirata), el sitio sueco al que acceden diariamente más de 1 millón de usuarios para intercambiar música, películas o juegos de computadora, de manera totalmente gratis.

Pírate Bay, el mayor desafío que enfrenta la todopoderosa industria del entretenimiento, nació por azares del des­tino en una pequeña oficina de la Ciudad de México, un día de la primavera de 2003.

Gottfrid Svartholm trabajaba en una empresa de programación y consultoría cuando le pidieron desde Suecia crear un sistema para “bajar” archivos (BitTorrent, en palabras técnicas). A partir de un servidor arrumbado, el joven Gottfrid se puso manos a la obra.

A finales de 2003, el joven de apenas 18 años dejó México para instalar Pírate Bay en Suecia. A México “definitiva­mente le hace falta una banda más ancha en internet”, dice a Proceso el joven Svartholm.

Tres años más tarde, el 31 de mayo pasado, la industria daba por “muerto” al sitio: “Las acciones tomadas hoy por la policía son un recordatorio a los ‘piratas’ de todo el mundo de que no hay lugar seguro para los ladrones de derechos de autor”, dijo satisfecho Dan Glickman, presidente de Motion Picture Association of America (MPAA), el organismo que representa a las empresas cinematográfi­cas estadounidenses.

Ese día, bajo la coordinación de los más altos mandos, 50 policías habían cateado 10 locales relacionados con Píra­te Bay en distintas regiones de Suecia, incluyendo una “central virtual” localiza­da en la capital. El saldo: 200 servidores confiscados y tres empleados detenidos.

A la apacible sociedad sueca el opera­tivo le pareció una exageración: la prensa y diversos partidos políticos condenaron fuertemente la medida, manifestaciones de protesta se organizaron en varias ciu­dades del país, y las páginas electrónicas del gobierno y la policía fueron objeto de ataques informáticos que las mantuvieron temporalmente fuera de servicio.

Poco después, las simpatías por los piratas cibernéticos crecieron cuando, ante la presión de la opinión pública, el viceministro de Justicia, Dan Eliasson, admitió que el Departamento de Comer­cio de Estados Unidos y la MPAA habían amenazado a Suecia con incluirlo en la “lista de vigilancia” de la Organización Mundial de Comercio (OMC) si no actua­ba contra Pírate Bay.

Neij, Svartholm y otros jóvenes talentos de la informática no necesitaron mucho tiempo para volver a la red: uno de ellos había aprovechado un descuido de la policía durante los cateos para salvar un archivo de respaldo con la información.

El propio Svartholm, uno de los dete­nidos en el operativo, confiesa a este corresponsal: “Nunca me pasó por la cabeza que Pírate Bay no sobreviviría. Incluso antes de que saliera de los interrogatorios en la comisaría, ya estaban listos los nuevos servidores”.

Utilizando un servidor localizado en Holanda, Pírate Bay reapareció tres días después con un provocativo mensa­je a la MPAA y a su equivalente sueco, la Oficina Anti-Pirata o Amipiraíhyran (APB): hey.mpaa.and.apb.bite.my.shiny.meial.ass.thepiraiebay.org (literalmente: “Muerdan mi lustroso trasero de metal”).

Debate

La intervención policíaca no sólo provo­có que aumentara al doble el número de visitantes de Pírate Bay sino también, que el debate relativo a la legalidad o no de intercambiar archivos por internet llegara a su punto más alto en la abierta sociedad sueca.

El funcionamiento de Pírate Bay fue el punto de partida.

La página de bienvenida es más bien escueta: la compone un logotipo -con el nombre del sitio en viejos caracteres ingleses y el típico barco pirata-, algunas instrucciones, así como publicidad para comprar camisetas de la casa.

Pero la oferta adquiere otra dimensión cuando uno comienza a “navegar” dentro del sitio. El visitante, previa adquisición de un sencillo programa, puede con faci­lidad “descargar” las últimas produccio­nes de grupos como Strokes o Rolling Stones, o películas aún en cartelera como Superman, el regreso. Lo mismo juegos de video, programas de computación, libros, fotografías y cualquier contenido que pueda transitar por internet.

Incluso el programa de navega­ción de la marina sueca (The Living Sea Map) había sido “descargado” hasta el pasado 22 de junio nada menos que 2 mil 500 veces.

La industria del cine y la música no esconden su deseo de ver detrás de las rejas a los responsables de Pírate Bay. La representación sueca de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica afirma que el negocio ha caído en ese país nórdico 30% en los últimos cinco años por culpa de la piratería.

En términos globales, la MPAA estima sus pérdidas en 6 mil millo­nes de dólares anuales, mientras que las casas discográficas de la Recording Industry Association of America calculan esa cifra en 4 mil 200 millones de dólares en el mismo período, lo que equivale a la “descarga” de 20 mil millones de cancio­nes sin pago de regalías.

Para una generación que creció con el correo electrónico, el comercio “a distancia” y la música en formato digital es normal que el funcionamiento de las industrias del disco y el cine le parezca arcaico.

“El suyo es un viejo modelo de nego­cios que ya no funciona”, declara el joven Rasmus Fleischer, un “pensador” de Piratbyran (Oficina Pirata), el centro de reflexión filosófica y legal que promo­vió el nacimiento de Pírate Bay en 2003.

Explica: “Es inevitable que la infor­mación digital sea copiada. Una alterna­tiva a la ‘piratería’ entre usuarios (peer to peer, en el argot informático), es la ‘piratería’ persona a persona”.

Así como el cine mudo destronó al teatro, expone Fleischer, y luego se impuso el sonido, la industria debe adap­tarse a las nuevas tecnologías. Agrega que la idea de que un titular de derechos artísticos -un estudio de cine o una dis­quera- distribuya la creatividad humana y la recompense con dinero, “es una muy extraña utopía que nunca ha existido”.

Neij arguye que Pírate Bay sólo cana­liza las búsquedas de material sonoro o visual, y que no almacena las obras mismas, por lo que no viola las leyes. Sin embargo, él y sus seguidores asumen que el intercambio de contenidos es un dere­cho fundamental ligado a la vida privada.

Svartholm complementa: “Durante los últimos 20 años, ha cambiado dra­máticamente el balance de intereses entre los creadores, las empresas y la sociedad debido al desarrollo de nuevas tecnolo­gías y a un intenso cabildeo de la indus­tria del copyright”. I

El movimiento “pirata” no podía brotar más que en Suecia por varios factores.

Según las encuestas, uno de cada nueve suecos comparte archivos por inter­net de modo frecuente, y 75% no expresa molestia por “descargar” contenidos aun­que sea ilegal.

Esa mentalidad encuentra su raíz en el hecho de que, hasta el 1 de julio del año pasado, Suecia no contaba con leyes que prohibieran la piratería. Quien ahora la ejerce se expone, a lo mucho, a recibir una multa de mil 200 dólares, que sólo se ha aplicado en tres ocasiones desde la mencionada fecha.

Hay también un factor técnico: casi cada hogar posee una computadora y, por 70 euros al mes, se puede acceder a una rapidísima conexión a internet de 100 megabits por segundo.

Es tal la tolerancia a la piratería por internet y tan bajas las sanciones, que una agencia ya está ofreciendo seguros “piratas” para cubrir eventuales multas por violar derechos de autor, algo impen­sable en otros países. Su costo: 17 dólares al año.

Salto político

Con tales antecedentes, era sólo cuestión de tiempo que el fenómeno social de Pírate Bay y su íhink tank, Pirathyran, diera el salto político y apareciera el Par­tido Pirata o Piratpartiet (PP).

El líder y fundador de esa novedosa fuerza política, Rickard Falkvinge -un exdirector en innovación tecnológica de 35 años-, comenta a Proceso la razón por la que creó el partido:

“Los políticos suecos no escuchan a la generación más joven, la que tiene menos de 35 años. Prefieren hacer caso a la industria del entretenimiento, aceptando sus puntos de vista sin cuestionarlos. El saldo es que 20% de los votantes han sido criminalizados. La única alternativa es desafiar a esos políticos en una batalla de votos en las próximas elecciones.”

Este domingo 17, se celebran eleccio­nes legislativas en Suecia. De acuerdo con los últimos sondeos, Alianza por Suecia -formada por la coalición de cuatro par­tidos de centro-derecha- iba ligeramente por delante del Partido Social demócrata, en el poder desde hace 12 años.

El reto del Partido Pirata es superar la barrera de 4% de las votaciones (225 mil votos), algo que no parece lejano. El pasado 8 de agosto, para sorpresa de todos, el partido alcanzó los 8 mil adhe-rentes, con lo que rebasó la membresía del tradicional Partido Verde, que tiene 17 legisladores en el Parlamento.

El potencial de votantes del Partido Pirata es enorme: el gobierno calcula que hay 1.2 millones de “piratas” en Suecia en edad para votar.

Aun si no alcanza el porcentaje sufi­ciente, Falkvinge, quien encabeza la “lista pirata” para las legislativas, remarca el hecho de que, al tener seguidores muy jóvenes, “el apoyo tiende a crecer y será más amplio en los comicios de 2010”.

-¿Cuál sería su primera propuesta si accede al Parlamento? -le pregunta este corresponsal.

-Una de las primeras cosas será rechazar la aplicación de una directiva de la Unión Europea (UE) que endu­reció las leyes de propiedad intelectual y derecho de autor en Suecia el año pasado. Además, reducir las sanciones por infringir los derechos de autor en un ámbito no comercial, nivelándolas a las que recibe un peatón imprudente o un ciclista que conduce sin luces, de modo que se deje de considerar como crimi­nales a los jóvenes que intercambian música. Dicha ley también contemplaba triplicar el precio de discos compactos o DVD vírgenes, que ahora cuestan más de cuatro dólares.

“Los monopolios privados son nues­tros peores enemigos”, reza la declara­ción de principios del partido, y añade: “Ellos llevan directamente al aumento de los precios y a un enorme costo escon­dido para los ciudadanos. Las patentes son monopolios de ideas oficialmente concedidos”.

Para el partido, la piratería “no comercial” es un derecho ligado al de la privacidad.

Falkvinge explica: “Hace 15 años, las infracciones a la propiedad intelectual tenían lugar en el espacio público: podías ver un libro fotocopiado o una pintura falsi­ficada en venta, o ir a un concierto no auto­rizado. Hoy, esas infracciones suceden en las comunicaciones privadas: puedo enviarte una canción por correo electróni­co o compartir contigo un videoclip en un canal de discusión”.

Y remata: “Si se persiguen estos actos, es necesario vigilar todas las comunicacio­nes personales. Olvidemos el secreto pos­tal; olvidemos el derecho de los periodistas a proteger sus fuentes. La sociedad está en una encrucijada. Debemos preguntarnos si queremos comunicarnos sin ser moni-toreados por las autoridades o grupos de interés. Si la respuesta es sí, el intercambio de archivos debe permitirse”.

En esa línea, el partido también pro­mete “fortalecer la protección a la priva­cidad en Suecia y abolir la directiva de la UE sobre retención de información”, que en el marco de las operaciones antiterro­ristas obliga a las compañías de internet a guardar los correos electrónicos y proporcionarlos a la policía en caso de requerirlos.

El ideario del Partido Pirata sueco ha resultado tan atractivo para las juventu­des de otros países que ya se han creado organizaciones similares, con la misma bandera distintiva, en Estados Unidos, Alemania, Bélgica, España, Italia, Fran­cia, Austria, Rusia, Polonia…, en total son 16 partidos.

“Nos encantaría ver a México unirse a la comunidad”, dice Falkvinge, “así que levántense y repitan después de mí: ‘Soy un pirata'”.

En abril de 2007, el Partido Pirata celebrará su primera convención. Muy a su estilo, lo hará a bordo de un barco pirata.