La revolución de las iglesias

La iglesia jesuita de Gesu en Bruselas

BRUSELAS (apro).- Un joven esquelético y con el torso desnudo interpreta impetuosamente su música de sintetizadores y cajas de ritmos. Mientras tanto, un grupo de bailarinas envueltas en ajustadas vendas blancas de pies a cabeza, se contorsionan, se arrastran con actitud amenazante en un erótico performance.

En la nave principal del que fue un templo religioso hay un bar. Los jóvenes beben y bailan. De vez en cuando llega un olor a mariguana. Arriba, en la parte destinada originalmente al coro y quizás a un órgano, hay una exposición de obras de artistas alternativos.

La escena transcurrió hace 15 años dentro de una iglesia en Ámsterdam. En aquel momento, en lo que marcaba un fenómeno sin precedente, muchas iglesias del norte de Europa (católicas o protestantes) se vendían para ser convertidas en espectaculares restaurantes, hoteles o discotecas. La feligresía, sobre todo la católica, decaía fuertemente y faltaban los recursos para sostener económicamente esos costosos edificios antiguos.

Pocos años después del episodio de Ámsterdam, hasta un grupo mexicano de electrocumbia, Afrodita, se presentó en una antigua iglesia jesuita de Bruselas, la de Gesú. El lugar había sido tomado por artistas marginales una vez que fue desacralizada. El escenario, lleno de luces de colores y máquinas de humo, se ubicaba en el sitio donde originalmente había un altar.

Con el paso del tiempo tal fenómeno cultural perdió novedad. En Europa dejó de llamar la atención que un templo religioso fuera reutilizado para actividades mundanas.

Incluso en la muy católica España está ocurriendo. En diciembre pasado, en una antigua iglesia en Asturias, la de Santa Bárbara, se inauguró una pista de patinaje (skatepark), que además luce sobre sus muros y majestuosas bóvedas las pintas del conocido artista urbano español Okuda San Miguel.

El skatepark en una antigua iglesia de Asturias. Foto: Especial

Contrario a la tendencia mundial de mayor religiosidad, en Europa, principalmente la occidental, el declive en el número de cristianos es sorprendente, sobre todo el de católicos y protestantes. Actualmente, menos de una cuarta parte de los católicos del mundo se encuentran en ese continente (22.9%) y tal porcentaje sigue disminuyendo, según cifras oficiales. Entre 2005 y 2013 la cantidad de creyentes de ese credo creció 12% en el mundo, pero en Europa apenas 4.3%.

Considerado desde otra perspectiva, mientras en ese periodo se registraron 6.5 millones de nuevos católicos europeos (que no sustituyeron probablemente a los que fallecieron), en África se integraron 53 millones de personas.

El catolicismo europeo está en franca crisis, sobre todo tras los escándalos de pederastia que alejaron a masas de fieles incluso en Irlanda, quizás el país más católico de la región. La Iglesia de ese país perdió 22% de adeptos en apenas siete años y hoy se declara católica poco menos de la mitad de la población.

Sin embargo, existe una tendencia más impactante: parte considerable de la sociedad europea se está liberando de cualquier convicción religiosa. Como nunca antes, los europeos no creen en ningún dios, así de simple. Un estudio oficial asegura que la mitad de los franceses no tendría ninguna religión dentro de 20 o 30 años, como se declara actualmente 32% de la población, más del doble que en 1986. Y en Alemania, dentro de dos décadas protestantes y católicos juntos representarán una minoría religiosa.

El Eurobarómetro señala que sólo 16% de los checos dice creer en dios, 18% de los suecos y estonios y 22% de los noruegos. En Francia, Dinamarca, Holanda, Eslovenia y Finlandia ese porcentaje oscila entre 27% y 33%. Un 31% de los islandeses no son creyentes, pero un sondeo realizado recientemente por una asociación agnóstica afirma que en el caso de los menores de 25 años ninguno cree que el ser humano, el planeta y la naturaleza sean creación divina.

Algunos clérigos han tomado medidas, a veces desesperadas, para adaptarse a los tiempos.

Las iglesias protestantes alemanas han comenzado a ofrecer internet gratuito en sus templos, aprovechando que en ese país no es tan fácil como en otros encontrar ese servicio, dados los problemas en que se mete el dueño de una conexión con la que se comete un delito.

Otros han ido más allá. Hace unos días, durante la multitudinaria fiesta de la ciudad belga de Gante, quienes visitaban la iglesia de San Jacobo podían rezar o… tomarse unas cervezas. En la parte trasera del templo se montó un bar como cualquier otro, con todo y mesas y una buena oferta de cervezas y bebidas alcohólicas.

Con ese mismo espíritu, la iglesia de San Eustaquio, en el centro de París, organiza desde hace más de una década un festival gratuito de dos días donde se presentan artistas de música electrónica, rock y folk, así como de música sacra. La idea partió del sacerdote de la parroquia. En junio pasado se presentó ahí el llamado “maestro mexicano del electro”, el tijuanense Fernando Corona, alias Murcof, en dúo con la virtuosa pianista francesa Vanessa Wagner, quienes acaban de sacar un álbum considerado “el futuro de la música clásica”.

Pero hay también los que se oponen a tales cambios. A principios de agosto pasado, integristas galicanos (católicos franceses que rechazan la jurisdicción papal) tuvieron que ser desalojados de la parroquia de Santa Rita, en París, la que habían ocupado ilegalmente para impedir su demolición. La iglesia, muy deteriorada, fue vendida en 3 millones de euros por una asociación belga de capillas –la propietaria– a un promotor inmobiliario que planea construir vivienda social.

Según el periódico Libération, el arzobispo, locatario de la parroquia, debía 45 mil euros en rentas atrasadas.

Los ocupantes y defensores de la ocupación de la iglesia pertenecen o están conectados con grupúsculos de la extrema derecha o con sitios de internet de carácter islamofóbico. Una de las figuras que los apoyó fue la humorista y dirigente del movimiento contra los matrimonios de personas del mismo sexo, la militante cristiana Virginie Merle, conocida como Frigide Barjot.

Los respalda igualmente el alcalde de derecha y otros funcionarios del distrito donde se ubica el templo.

“Estoy aquí para defender nuestra cultura y nuestro patrimonio”, dijo al citado periódico galo un jovencito de 19 años, quien había participado en las Jornadas Mundiales de la Juventud Católica, realizadas unos días antes en la ciudad polaca de Cracovia. El muchacho portaba un brazalete donde se leía: “Jesús, confío en tí”.

Hará falta más que fe para revertir la cada vez mayor secularización de Europa. Tan sólo en Alemania se estima que la deserción de católicos llevará a la venta más de 700 templos que aún celebran misa. Recientemente ha habido años en los que se han cerrado hasta 400 parroquias, como en 2011.

Pero lo anterior no significa que el poder de la Iglesia esté en riesgo por el momento: tan sólo el porcentaje de católicos en Europa Occidental se eleva todavía a 45%. Sin embargo, lo que sí sale a relucir cada vez más es la diferencia de mentalidad (en temas como el aborto o la preferencia sexual) entre la atea y agnóstica Europa Occidental y los países europeos del Este, donde el catolicismo alcanza todavía 70% de la población.

*Esta columna Europafocus fue publicada el 7 de septiembre de 2016 en el portal de la revista PROCESO. Aquí el texto original