Europa pierde relevancia en América Latina

Banderas de la Unión Europea

BRUSELAS (apro).- La Séptima Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE), América Latina y el Caribe –que tendrá lugar los días 26 y 27 de enero en Santiago de Chile– se efectuará en un contexto de pérdida del peso y de la imagen de Europa en la región latinoamericana.

(Artículo publicado el 18 de enero de 2013 en la sección Prisma Internacional de la Agencia PROCESO)

La “ventana de oportunidades para ambos socios se cerró” a partir de 2000 por tres motivos: la entrada a la UE de varios países del Este, la importancia que tomó Medio Oriente y el Mediterráneo en el marco de la guerra estadunidense contra el terrorismo, y el desplazamiento de la ayuda al desarrollo a África y Asia en detrimento de América Latina, afirma el profesor de la Universidad Complutense de Madrid, José Antonio Sanahuja, en un ensayo del libro The europeanization of national foreign policies towards Latin America (La “europeización” de las políticas exteriores nacionales hacia América Latina).

La obra –que en noviembre publicó en inglés la editorial británica Routledge– está coordinada por la doctora en relaciones internacionales Lorena Ruano, profesora e investigadora del Centro de Investigación y Docencia Económicas de México (CIDE).

El proyecto académico fue financiado por el programa Jean Monnet de la Comisión Europea e integra los ensayos de expertos en la materia que analizan las políticas hacia Latinoamérica de España (José Antonio Sanahuja), Francia (Georges Couffignal) , Alemania (Bettina Trueb), Reino Unido (Lorena Ruano y Laurence Whitehead), Polonia (Piotr Maciej Kacwynski), Irlanda (Peadar Ó Broin) y Suecia (Rebecka Villanueva Ulfgard), y cómo las mismas interactúan con la diplomacia común que desarrollan por su lado las instituciones de la UE, a partir de la suma de intereses de los Estados asociados, actualmente 27.

Sanahuja señala que aunque los países de la UE se mantienen como una importante fuente de inversión extranjera directa en América Latina, las exportaciones de ésta a los países del bloque europeo han decaído significativamente: mientras en 1990 representaban 25% de su total, en 2009 cayeron a 13%, de acuerdo con cifras de la Comisión Económica para América Latina (Cepal).

Esa “pérdida de relevancia”, explica Sanahuja, se debe a un ”nuevo ciclo político” que atraviesa América Latina, pues desde mediados de la década pasada han sido electos gobiernos de izquierda de diferente índole que han marcado su distancia tanto de Estados Unidos como de la UE.

Expone: “Durante muchos años la UE fue vista, o al menos se presentaba ella misma, como un socio ’progresista’, que pugnaba por el cambio en ámbitos como la democracia, los derechos humanos, la cohesión social o los sistemas fiscales. Sin embargo, para varios de los nuevos gobiernos de izquierda y fuerzas sociales de Latinoamérica, la UE es un actor ‘neoliberal’ no muy diferente de Estados Unidos”.

Sanahuja subraya que actualmente existe un cuestionamiento latinoamericano sobre el “poder civil” que pretende representar la UE (en oposición al “poder militar” estadunidense), y lo mismo en relación a su papel internacional como “actor normativo” (respetuoso de los tratados). Esa imagen, analiza el profesor español, se ha desvanecido debido a la propia “conducta” europea, que exhibe “una falta de coherencia entre su agenda política de consolidación democrática y cohesión social (combate a la pobreza y las desigualdades) y sus intereses económicos”.

Pone un ejemplo: el proteccionismo agrícola europeo, el cual, remarca, se mantuvo tras la última reforma de su Política Agrícola Común (PAC) discutida en el seno de la UE en 2002 y 2003. Lo anterior a pesar de que afectaría especialmente las negociaciones de libre mercado con los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay, Venezuela y Paraguay, suspendido por el momento), sus competidores en ese sector productivo.

Esa “incoherencia política” quedó particularmente evidenciada en el caso de España, agrega el investigador. Pese a que tal país ha apoyado activamente que la UE firme acuerdos de libre comercio con países y regiones de Latinoamérica, en esa ocasión el gobierno conservador de José María Aznar se unió a la coalición proteccionista encabezada por Francia contra la reducción de los subsidios de la PAC, que hubiera facilitado las negociaciones con el Mercosur y evitado su suspensión en 2004.

Sanahuja añade que el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero también rechazó en 2005 que las discusiones del presupuesto 2007-2013 de la UE incluyeran el tema de los subsidios agrícolas.

Bilateralismo

Actualmente, señala Sanahuja, España está intentando balancear su enfoque estratégico en América Latina para sacudirse las limitaciones que le impone la política exterior de la UE.

A diferencia del pasado, ya no concentra sus esfuerzos en el marco de la UE; ahora despliega más iniciativas bilaterales (iberoamericanas). Ello a pesar de su estrecho margen de maniobra, pues las competencias de la UE cubren un amplio abanico de políticas exteriores como la migración o el comercio.

Así, apunta el académico, España ha puesto mucha atención e invertido un gran capital político en la renovación de la comunidad de países iberoamericanos y sus cumbres, incorporando un enfoque de “liderazgo compartido”. El objetivo del nombramiento en 2005 de Enrique Iglesias, el expresidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), al frente de la Secretaría General Iberoamericana, fue precisamente elevar el perfil de las cumbres iberoamericanas como foro de coordinación política al margen de la UE.

Sanahuja recalca que, “de hecho, la comunidad iberoamericana ha provisto a España de un canal efectivo y flexible para su política con América Latina, así como de un instrumento para incrementar su peso político frente a América Latina y la UE”. Cita, por ejemplo, las propuestas españolas sobre cooperación al desarrollo y políticas de migración. El Convenio sobre Seguridad Social Iberoamericano, que permite el reconocimiento mutuo de las contribuciones de jubilación, recae en una materia donde la UE no cuenta con facultades de intervención, subraya Sanahuja.

Esta tendencia española al bilateralismo en sus relaciones con América Latina incluye igualmente el fuerte incremento de la ayuda bilateral al desarrollo, que ha convertido a España en uno de los mayores donadores de la región en términos absolutos. No obstante, advierte Sanahuja, esa ”bilateralización de las relaciones” con América Latina –que también experimenta Alemania, Reino Unido y Francia– “no pretende, ni podría llegar a ser, una alternativa al marco de la UE. La razón: varios de los temas críticos para los intereses latinoamericanos, como los visados o los intercambios comerciales, se tratan a nivel de la UE y no entre países.

Intereses nacionales

La obra divide a los países seleccionados para su estudio en tres categorías, dependiendo de su estrategia de relaciones con América Latina: aquellos que llevan o ”suben” (uploaders) temáticas de interés nacional a nivel de la UE (“europeizar”); aquellos que las comparten o ”bajan” (downloaders) a sus políticas exteriores nacionales, y finalmente los que implementan ambas (crossloaders).

Suecia, Polonia e Irlanda son países considerados “pasivos” frente a la región. Éstos, sin embargo, todavía son capaces de “subir” prioridades diplomáticas propias a nivel de la UE en áreas específicas y que son importantes para satisfacer a sus opiniones públicas, ser leales con sus tradiciones en política exterior o complacer a poderosos grupos de interés, refiere Ruano en la introducción del volumen.

Esos asuntos van desde los derechos humanos en Cuba al comercio de carne con Brasil.

“Actualmente, más allá de los casos de Cuba y Venezuela, muchos países latinoamericanos gozan de un buen récord desde el punto de vista de la competencia electoral, pero respecto a derechos humanos permanecen ambiguos, como el caso de Colombia, Guatemala y México, por mencionar sólo algunos”, plantea Villanueva Ulfgard, profesora asociada del Instituto de investigaciones José María Luis Mora y encargada del capítulo sueco del libro.

Francia, Alemania y Reino Unido –los tres “grandes poderes” de la UE– serían países que “suben” y “bajan” políticas relativas a América Latina, en tanto que España se coloca como el protagonista “más interesado en establecer una política comunitaria hacia la región”, si bien no ha logrado “que otros países compartan muchos de sus intereses y puntos de vista ni que la UE considere al continente como una prioridad”, escribe Ruano.

Para el gobierno francés, “América Latina sólo ocasionalmente ha sido percibido como una arena crítica para el país en el escenario internacional”, dice Georges Couffignal, profesor del Instituto de Altos Estudios en América Latina de la Universidad de París III-Nueva Sorbona.

Agrega que, en la práctica, la estrategia exterior de Francia consiste en apoyar a sus empresas en el extranjero, por lo que, en el caso de sus relaciones con América Latina, su esfuerzo se concentra en México y Brasil, países capaces de ejercer cierta influencia internacional, y, en menor medida, Argentina, Colombia y Venezuela.

Respecto de la política latinoamericana de Alemania, Bettina Trueb –investigadora de la Fundación UE-América Latina, con sede en Hamburgo– refiere al documento estratégico que emitió el gobierno de Berlín en 2010 y que podría estar marcando un nuevo capítulo en su enfoque hacia la región, ya que “expresa más fuertemente sus intereses” nacionales.

Esa guía estratégica explícitamente menciona que los intereses alemanes descansan en dos aspectos: “Repensar la forma en que la UE negocia con los proyectos regionales latinoamericanos”, y mantener la posición común de la UE sobre Cuba (condicionar la relación al avance de los derechos humanos y la democracia en la isla), la cual dividió a los europeos hasta el año pasado: el gobierno de Zapatero proponía su relajamiento y países como República Checa y Polonia se oponían.

Diplomáticos alemanes que entrevistó Trueb “sugirieron que la ‘europeización’ ha logrado un nivel donde Alemania ‘siente la necesidad’ de encaminar la relación UE-América Latina en una dirección congruente con sus propias preferencias”. Debido a que la cuestión comercial está más circunscrita a la política común manejada por la Comisión Europea, Alemania continúa determinada a “subir” a nivel de la UE sus propios rangos nacionales de protección a sus inversiones en América Latina, plantea Trueb.

En relación con Gran Bretaña, Lorena Ruano y Laurence Whitehead señalan que, dado su peso en la política mundial, su liderazgo y experiencia en ciertas áreas, el país ha tenido bastante éxito en “subir” sus políticas e intereses con América Latina en las relaciones de la UE con ésta, aunque ha sido “mínima y discreta” su cooperación con las prioridades de otros socios europeos.

“En términos generales, la tormentosa relación de Gran Bretaña con Bruselas (la UE) podría frenar su capacidad para proyectar su influencia en América Latina. En parte por razones institucionales y reglamentarias, pero también porque ese tipo de cuestiones ya no pueden ser adecuadamente manejadas por cada Estado-nación europeo en solitario; la UE en su conjunto tiene más que ofrecer a América Latina de lo que un típico euroescéptico admitiría”, expresan los investigadores en referencia a la histórica posición de Gran Bretaña respecto al proyecto de integración europea.