Terrorismo antigitano

GYÖNGYÖSPATA, HUNGRÍA.- Con uniformes negros de tipo militar y armados con fuetes y hachas, milicianos de extrema derecha se instalaron desde hace un año en esta localidad de 2 mil 800 habitantes para, según dijeron, proteger a la población de la “criminalidad gitana”.

Comenzaron a patrullar las calles del barrio donde viven 450 roms (integrantes de uno de los dos grandes grupos en los que se dividen los gitanos), a quienes seguían a donde fueran, incluso a los niños al ir a la escuela, entre insultos y amenazas.

(Artículo publicado en la edición del 17 de Marzo de 2012 de la revista PROCESO)

Los milicianos marchaban mientras entonaban cantos nacionalistas ante la mirada pasiva del entonces alcalde László Tábi –cercano al conservador partido del primer ministro Viktor Orbán, el FIDESZ– y de la policía, que se negó a intervenir “mientras no se cometiera un delito”.

Durante marzo y abril del año pasado esta localidad estuvo prácticamente tomada por 200 integrantes de la Asociación de Vigilancia Civil por un Futuro Mejor, de las Fuerzas de Defensa y de la Armada Rascal, organizaciones herederas del Movimiento de las Guardias Húngaras creado en 2007 y disuelto por un tribunal de Budapest en julio de 2009 por “atentar contra los derechos humanos de las minorías”.

Uno de los fundadores de las neofascistas Guardias Húngaras es Gábor Vona, que preside el partido de extrema derecha, antisemita, antigitano y homofóbico Movimiento para una Mejor Hungría (Jobbik).

El 6 de marzo del año pasado el líder del Jobbik en Gyöngyöspata, Oszkár Júhász, organizó una manifestación de apoyo a las milicias a la que asistieron 2 mil personas. Al término de la concentración marcharon por el barrio de gitanos gritando consignas contra ellos.

Además, mil residentes del pueblo firmaron una petición para que las milicias se quedaran a vigilar a los gitanos. El siguiente 2 de mayo el ministro del interior, Sándor Pintér, declaró que tales agrupaciones nacionalistas sólo habían acudido “a reforzar el orden a Gyöngyöspata, donde se habían cometido 12 pequeños hurtos desde el 1 de enero de 2011”.

Esos hechos se divulgaron masivamente, y ante la intervención de las organizaciones de derechos humanos y la presión política local e internacional el alcalde Tábi renunció.

El 17 de julio se realizaron nuevas elecciones locales: el FIDESZ decidió no presentar candidato. Júhász, del Jobbik, ganó con sólo 433 votos a favor. Aclamado por sus seguidores, ese día dijo que habían vencido “la justicia y el valor”. En un reporte de diciembre, el defensor de los derechos de las minorías étnicas Ernö Kállai concluyó: “Gyöngyöspata es un espeluznante ejemplo de ley y orden”.

Daño psicológico

Mihály Simon es un joven abogado que trabaja en Gyöngyöspata para el Programa de Atención a la Población Rom, de la Unión Húngara por las Libertades Civiles. Durante la semana vive en un departamento en esa localidad y el fin de semana regresa a Budapest.

Simon llevó al corresponsal al barrio gitano. Hay muchos niños en la calle; la mayoría de las casas son de una planta y los caminos de terracería están enlodados tras las recientes nevadas.

Mientras camina, el activista narra:

“En este cruce, el 26 de abril pasado hubo un enfrentamiento entre roms y miembros de las milicias. Fue una provocación. Uno de ellos comenzó a orinar delante de todos mientras los insultaba a gritos. Estaban borrachos. No fue posible evitar la pelea. Los provocadores recibieron golpes y fueron heridos, por lo que cuatro personas de la comunidad fueron acusadas de haberlos lesionado y están siendo enjuiciadas. Ayer hubo una audiencia en el tribunal. En la sala había una decena de neonazis que amenazaban con hacer daño a la gente de la comunidad que había asistido. Y los policías no hacían nada.”

El abogado expone que muchos niños están recibiendo tratamiento psicológico tras la incursión en el poblado de esas milicias antigitanas que “en cualquier momento pueden regresar”, remarca Simon.

David tiene 15 años. Él, por ejemplo, dice que tiene miedo en las noches y se imagina que hombres con uniforme negro lo persiguen. Con expresión de disgusto recuerda que no quería salir a la calle ni ir a la escuela y que tenía ganas de irse a vivir a otro lugar.

Simon prosigue el recorrido: “El gobierno de Orbán no quiere integrar a la sociedad a los más pobres, entre ellos los roms. En el noreste y este del país hay guetos gitanos en la absoluta miseria.

“Durante la época comunista –explica– los roms podían obtener trabajo aunque no tuvieran educación. Pero tras la caída de ese sistema, sectores como el de la construcción, la manufactura o el agrícola, donde les daban empleo, fueron privatizados y muchas fábricas cerraron. Sin estudios no pudieron competir en el nuevo mercado de trabajo y los problemas comenzaron a acumularse”.

 Experimento neonazi

Janós Farkas es un hombre bajito y regordete. Fue presidente del llamado autogobierno de la minoría rom de Gyöngyöspata, cargo que ocupa actualmente su hijo. Invita al corresponsal a tomar un café en su casa, cuyo techo se incendió una semana antes.

A pesar de que un reporte independiente descartó un hecho provocado, Farkas no está tranquilo: en los recientes asesinatos de gitanos el modus operandi ha sido el mismo: por la noche prenden fuego a sus casas con bombas molotov para dispararles de lejos mientras huyen.

Simon traduce a Farkas: “Antes de 2010 no teníamos conflictos tan grandes. Estamos muy preocupados con lo que está pasando en el país. En este lugar se acabó la democracia. Sentimos miedo desde que las tropas neonazis llegaron hace un año. Y estamos muy enojados con el gobierno porque no ha intervenido para prohibir a esas milicias fascistas. Lo que pasa aquí es una vergüenza para Hungría”.

–En Europa varios gobiernos de derecha radicalizan sus posiciones para quitarle votos a la extrema derecha –se le comenta a Simon.

–Eso ocurre en Hungría. La extrema derecha está creciendo: en las elecciones nacionales de 2006 el Jobbik no obtuvo casi nada (2.2%), pero en las de 2010 alcanzó 12% en la segunda vuelta y tuvo acceso al Parlamento (con 46 de 386 diputaciones) debido en gran parte a su discurso contra los gitanos.

Farkas comenta: “Somos víctimas de un experimento de los extremistas: los patrullajes fueron parte de una estrategia para obtener el poder en Gyöngyöspata. Infundieron miedo entre gitanos y no gitanos. Luego el Jobbik prometió ejercer mano dura para poner orden y, finalmente, ganaron las elecciones”.

Ultraconservadurismo

Hungría tiene 10 millones de habitantes de los cuales 200 mil son roms, es decir 2% de la población, según las cifras oficiales. No obstante los números que manejan algunas ONG elevan ese número a medio millón o 5% de la población. En toda la Unión Europea (UE) hay 6 millones de roms, la minoría más importante del continente.

El experiodista turco Sinan Gökcen es el jefe de comunicación del Centro Europeo por los Derechos del Pueblo Rom, organismo regional creado en 1996 que elabora por su cuenta o para instituciones de la UE reportes sobre las distintas formas de discriminación y racismo contra la comunidad rom, y promueve el desarrollo de políticas que favorezcan la integración de ésta a la sociedad.

Pero particularmente el centro asume la representación legal de aquellos casos que considera “litigios estratégicos” por su potencial impacto mediático y trascendencia jurídica, los cuales no podrían solventar económicamente las víctimas. Desde su creación, los abogados del centro han llevado ante la justicia de 15 países 500 casos de este tipo, los cuales han resultado en el pago de indemnizaciones por  2 millones de euros.

En sus oficinas en Budapest Gökcen comenta a este semanario: “La Comisión Europea, la Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea y el Consejo de Europa consideran que el asunto social más urgente a resolver en los países de esta parte de Europa es el de la comunidad rom. Pero el actual gobierno húngaro niega que haya un problema y, erróneamente, culpa al propio pueblo rom por las dificultades que encara”, indica Gökcen.

Sigue: “La discriminación es el principal problema que enfrentan los roms. La visión que hay de ellos en la sociedad es negativa, se les ve como delincuentes, flojos, que se aprovechan de las ayudas sociales. Pero cualquier grupo humano expuesto a tal segregación termina por desarrollar una enorme frustración socioeconómica. La población rom no tiene un subcomandante Marcos que los organice para combatir al régimen, ella tiene una forma distinta de protestar, pero, al final, los indígenas de México y los roms de Hungría sufren la misma discriminación.

“En Hungría, entre 2008 y 2009 fueron asesinados ocho roms. En el mismo periodo, en Alemania fueron ejecutados en ataques racistas ocho turcos y un griego. El año pasado, en una ceremonia de Estado en Berlín, la canciller Angela Merkel pidió disculpas y dijo que su país no podía tolerar nunca más esos crímenes. En Hungría ningún político ha hecho algo parecido.”

Añade: “Los gobiernos de la región ya adoptaron en sus leyes las estrategias de la UE para la inclusión del pueblo rom. Es muy pronto para evaluar las del gobierno de Hungría. Sin embargo pensamos que éstas carecen de una dimensión de derechos humanos”.

Y agrega: “La extrema derecha está creciendo en Hungría. En las elecciones de 2010 el Jobbik ganó casi 17% de los votos en la primera vuelta. Es una señal de a dónde se dirige la sociedad húngara. Pero el problema no es sólo el Jobbik: la nueva Constitución, que comienza con una referencia a Dios, corresponde a una derecha ideológica dura, cristiana y conservadora.

“No hay una ley en especial contra los roms, pero con esta Constitución no puede haber leyes liberales a favor de ellos. Ninguna norma o reglamento puede entrar en conflicto con el espíritu de la Constitución. Estamos viviendo un proceso de radicalización conservadora de la sociedad húngara.

“Por ese motivo –precisa– el centro ha manifestado que esta Constitución no aporta un avance de los derechos humanos en el país. En México están asesinando periodistas porque así lo permite un marco general de violencia. Algo así sucede en Hungría: la extrema derecha nos está imponiendo a todos su propio marco. Éste genera un clima general en el que los ciudadanos sienten miedo de los otros, mientras que algunos aprovechan para cometer agresiones.”